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Viejos años nuevos

PLAYA EL TUNCO, LA LIBERTAD 2011
Cual Samurai preprándose para la batalla de la vida
PERQUÍN MORAZÁN 2015
The Bridge of Death, como el que sale en Monty Python and the Holy Grail
Cada 21 de diciembre, cumplo años y siento el peso de los últimos 365 días, más pesados aún cuando a la gente se le olvida tu cumpleaños, a la sombra de La Tragedia de la Navidad que muchxs vivimos año tras año. Sí, son los 21 de diciembres que me acechan preguntas acerca de esto llamado El Futuro. Este último año, por ejemplo, en vísperas de mis 31 años, estaba en una finca en Alta Verapaz tratando de conseguir cita con una vidente para que me revelara la verdad y así me ayudarme a configurar mi vida. Pero no se pudo: me subí al bus de Guatemala hacia San Salvador el día siguiente sin respuestas y, al llegar, brindé porque no sabía (ni sé aún) qué hacer con mi vida.


Me entregué a la crisis con sashimis el día siguiente, con una cita en el doctor, con un poco de tarot y tabaco; y cerveza, también. Se sumaron las celebraciones: mi cumpleaños se celebra perpetuamente hasta que el 25 de diciembre acaba por robarse el protagonismo. Nunca se disipa del todo este aire a decepción (que combina con la tez que dejó el 2018), pero consigue hacerme pasar la página con elegancia. Al llegar el 31 de diciembre, me importa un pepino el futuro.


Al llegar el 31 de diciembre, me entrego a la indulgencia del pasado y no el futuro. Recuerdo más bien los años nuevos viejos, como un ejercicio de análisis y de anticipación.


2018
Shalpa, La Libertad
Los días fueron una secuencia de viñetas repetidas de comer, tomar, hablar. El 1ero de enero, me bañé en el mar para dejar mis pecados, que los arrastren las olas. Horas después, estuve en el volcán, hasta que me arruyó Roma (2018). Las conversaciones siguieron.


2017
San Salvador, San Salvador.
Algunos años nuevos no son tan alegres, como el del año pasado. Por fuera, en mi vestido tornasol y leggings de látex (combinación un poco extraña y out of character). Por dentro, bostezos. Mandé un mensaje de texto medio incoherente, a un expretendiente, en respuesta a sus saludos elocuentes. ¡Qué vergüenza! Debió haber pensado que eran los tragos, la borrachera… Pero en realidad era el aburrimiento y la soledad que habían atrofiado mis habilidades de ligar. O la preocupación por mi gata, que había desaparecido. No me aguantaba porque dieran las 12 para irme a dormir.


Después de las 12, ya en pijama, acostada habiendo dejado atrás todos mis malos mensajes de texto de todo el año, me dijeron que bajara. Me puse una bata y acepté un whiskey. Fueron varios. Nos reímos de ellxs, de mí, de todo. Chin chin.


Comí lentejas en el mar y  dije en voz alta un propósito que no cumplí: “Este año voy a hacerme más experta en volcanes.”


¿Por qué?


2016
Brooklyn, New York.
El 2016 no hizo sentido. Nada tenía sentido. Es normal que haya terminado el año en un sofá en Brooklyn tomando champán y viendo Dr. Strangelove: or How I learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964). Me puse un suéter ridículo y un vestido pegado, sin sentido alguno porque no terminamos yendo a esa fiesta en Greenpoint (lo siento, Jake.) En vez, nos quedamos catando whiskies, “This one has more legs”.


El 2016 fue el año que dormí debajo de un mosquitero en una hacienda en Ometepe, la primera y última vez que escalé por 11 horas, la primera vez que volví al Pasado en 6 años, y el año de mi retiro de escritora entre parejas. También fue el año en el asumí mi gusto por ir a citas de terceros.


Es lógico que iba a terminar con un reloj de compromiso y con chistes de vivir en Nueva Jersey, planeando una boda que nunca hubo.
2015
Antigua Guatemala, Guatemala.
El viaje a Antigua Guatemala para pasar el 31 tuvo muchos highlights. Entre suegros, padres, madres y consuegros, tías y hermanas, y cuñadas, íbamos 4 anexos miembros de la familia extendida. Aún así, de manera casi uniforme nos encontrábamos para las comidas y nos dividíamos regularmente en varias sillas y mesas. Siguieron mis recomendaciones y cada vez “Muy rico, Paty”. Tomamos mezcal antes de ver las luces debajo del arco, antes de las 12. Yo me fui a dormir [temprano], parapléjica por el dolor de vientre y de pies, de tanto caminar en calles piedritas.


2014
Antigua Guatemala, San Salvador y Perquín
Antes de que se fuera a vivir a Chile, yo usaba mucho el comodín “después te vas a ir a vivir a Chile, y no vamos a poder hacerlo.” Ese comodín, ese fin de año, consiguió que nos fuéramos solas, mi prima y yo, a Guatemala en un road trip muy Thelma & Louise (1991). El 31 de diciembre, nuestros planes seguían en el aire. En el carro, el Honda Fit rojo que iba a desaparecer [de mi vida] una vez mi prima se fuera a vivir a Chile, yo tenía ropa lista para cualquier opción de Noche Viejo: vestido, botas, bikini, suéteres. Lista para que el carro nos llevara a la montaña, el mar, el lago… ¡donde sea!


Pero a mitad de nuestra cazuela de huevos con chorizo en Los tres tiempos, ambas accedimos a regresar a San Salvador.


–Voy a pasar el 31 con mi mamá.
–Yo también.-


Ya en El Salvador pero aún en la carretera (después de la frontera la Hachadura, cuando los árboles se arquean y se hacen sombras perforadas), yo pensé “faltan 5 días para volver a la oficina. 5 días que se podrían aprovechar:”


–¿No querés ir a otro lugar?.-


A mi prima le gustó la idea de ir a Perquín, Morazán, así que reservé una habitación para dos noches en Perquín, justo cuando llegamos a San Salvador. Conseguimos aleros, y a las 12 encendimos estrellitas adonde mi mamá con la promesa de salir a las 7 AM a nuestra aventura. El cerro de Perquín se veía hermoso con la luz de enero, las montañas verdosas y el suelo reseco.


A los dos días, todos estaban tan felices de regresar a la civilización. Desayunamos y manejamos* hasta la otra punta del país, a La Barra de Santiago. Lo haría de nuevo.


*Yo no tenía permiso de manejar, ni de guardar ningún ítem de valor como las llaves de la habitación. Yo solo tenía permiso de tripear con la mara.


2013
Zaragoza, La Libertad.
Me arreglé por gusto y me dormí lo más posible. Cuáles cohetes, cuál vacil.


2012
Cangrejera, La Paz.
En el mar, las stats fueron estas: 2 invitadxs míos, 1 abuela, 1 novio de mi mamá, 1 novio mío, 1 sobrina de alguno meses; 2 hermanas, 1 hermano, 1 novia de mi hermano. Eso recuerdo. El setting: el mar. Todos contentxs, hasta que mi amiga y yo ya no podíamos seguir despiertas y los novios (el de ella, el de mi mamá y el mío) se quedaron tomando.


Al día siguiente, mi mamá no podía dejar de hacer chistes pasivo-agresivos: “Allá deben haber quedado en la arena, si allí estaban chupando. Andá buscalos en la arena, que por allí los vi yo anoche.”


2011
No me acuerdo.


2010
El Tunco, La Libertad.
La celebración del año nuevo 2010 empezó un par de días antes: la vez que huí con mi primo y uno de mis mejores amigos al ahora difunto Bar bass. Volvimos diciendo cosas sin sentidos y dejamos el freezer abierto, buscando munchies. Y, tras eso, el día siguiente morí del cansancio y el sueño y, francamente, me regresé (escoltada) temprano del bar a la casa en el mar. Menos mal me perdí de los sucesos sin explicación que provocaron encuentros raros el día siguiente.


Y menos mal que la celebración se extendió hasta el 2 de enero: el 1ero volvimos al bar, pero esta vez me acuerdo. Hablé con un semi-conocido en una mesa, y con un desconocido en otra. Juntamos fuerzas y terminamos en un after con mi mamá, tomando el coctel del año: Fanta con champán, una mimosa improvisada.


2009
Me acuerdo, pero no lo voy a contar.


2008
París, Francia.
Cerca del 31 de diciembre del 2008, organicé una fiesta en la casa de mi querido amigo y ex, sin su autorización. Hice un evento en Facebook con una foto de miles de shots de todos los colores y, en vista que lo hice a las 8 AM regresando de otra fiesta, la descripción no tenía sentido. Incitaba e invitaba a comer salmón y baguette antes de las 12.


Mi amigo no me autorizó la celebración, y fue él el anfitrión. En vez, fui invitada y por alguna razón me puse un vestido de lentejuelas *encima* de unos jeans y un converse blanco, y el otro gris, como queriendo evidenciar la fase trash en la que estaba. Bailé canciones horribles, tuve momentos de duda profunda, y así bauticé el 2009 que tenía por delante: diva, sucia, trash, divina.


2007
San Francisco, CA.
Ingerí demasiados cosmpolitans. Hablé mucho, y muy fuerte. Me rendí y me fui a acostar, solo para amanecer el día siguiente con un dolor punzante de cabeza y de vientre; chakras alineados y unidos en dolor. Alguna gringada (como dos toques y un sándwhich, en carro por suburbios californianos) fue lo que me hizo salir adelante.


2006
San Sebastián, España.
[censurado]


2004
San Salvador, San Salvador
No quiero hablar de la noche del 31, que se confunde con la noche del 24 en la que no pude salir y me quedé en casa (en el cuarto de mi hermano, que tenía tele y DVD) viendo Hable con ella (2002) de Pedro Almodóvar. Me gusta el recuerdo de intercambiar SMS y no hacer nada más que entregarme a este película, que me destruye un poquito. Prefiero ese recuerdo. Me lo quedo.


2002
Ilopango; entre los departamentos de San Salvador, Cuscatlán y La Paz
Esta fue probablemente la primera vez que pasé una vacación o fecha así lejos del núcleo familiar. Me acaban de quitar los brackets y compartí un cuarto de visita, y socializamos con los otros hijos de amigos de papás que habían llegado a esa misma vacación.


Hace un par de findes volví a esa misma casa, y recordé esa vez del 2002, la primera vez que fui. “Una vez pasamos aquí el 31, veá? Nos vinimos, y la noche del 31 la pasamos en otra casa, que quedaba al otro lado del lagp. Nos habíamos ido en la lancha, pero la cosa es que el lago es tan grande, y estaba tan nublado, que no nos pudimos regresar. Nos tuvimos quedar en ese lado del lago, y nos dieron posada en la casa de mi tío. Esa fue la vez que… bueno, ajá, estábaos bien bichos.”


Y este viaje, de este año, inspiró una historia que está en proceso: vamos a escribir un drama que ocurra en ese paraíso volcánico, en una casa en la caldera de un supervolcán, un matrimonio en llamas, felicidad en ruinas. Una novela como para leer con una copa de vino, y ver qué pasa después; muy parecido a los años nuevos en Shalpa, La Libertad.

GREENPOINT, BROOKLYN, NY 2016/2017
Lista para tomar champagne y ver Kubrick's  Dr. Strangelove: or How I learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964)

Lecciones cumpleañísticas

diciembre 1998
diciembre 2008



Yo llegué a mi casa, del hospital en Honduras, un 23 de diciembre. Debe haber sido un poco raro para todas las parte involucradas tener a una recién nacida allí en Navidad.

Desde que me acuerdo, he vivido con sentimientos encontrados con respecto a mi cumpleaños y con una muy buena voluntad de celebrarlo. El discurso que puede ser egomaníaco que repito, que el 21 de diciembre es el mejor día del año, es en realidad un poco irónico. Querer hacer mi cumpleaños el día favorito de todos es también un esfuerzo por que no lleve el leve tinte de decepción de años anteriores.

Por la época, me jodían las vacaciones. Me encontraba en aviones, muy pequeña, levantándome del asiento y buscando amistad en las aeromozas a quien les decía que hoy es mi cumpleaños. Me regalaron prendedores de alitas y un librito para colorear, y pinté feliz mientras volaba. Habían pasteles con muñequitos, rodeada de adultos, cuando no eran aviones sino tardes chapinas o salvadoreñas. Y cuando venía abril 4 meses después, había una piñata que compartía con mi hermana. Era muy confuso.

Pero cuando me dejaron de hacer una piñata en conjunto con mi hermana en abril (o mayo; todo es posible), se fue normalizando este sentimiento de decepción y falta de compromiso con la causa.

Cuando cumplí 11 años exigí que no hubiera piñata, pero me compraron una de todas formas. Un Winnie the Pooh que me avergonzaba guindó, ignorado, en el jardín de la casa que alquilamos en Guatemala. Al menos llegó gente, entre ellos mi novio de infancia, el único niño invitado. Me llevó un peluche rarísimo. Fue el 10 de diciembre, en vísperas de las vacaciones que me separarían de nuevo de mis amiguitos del colegio [nuevo].

Cuando cumplí 12, el regalo fue mudarme de país y dejar a todo el mundo. Alcancé a ir a pasar un rato (era martes, 1999) a la casa de una amiga, junto a otras amigas, y pedimos pizza… Nos pidieron pizza, porque era lo más fácil para alimentarnos, no porque era mi cumple. “Y tú, ¿cuándo cumplís años?”. Pues, hoy. En la noche, cené con mis papás, mi primo y mis hermanos (y sus parejas). En el restaurante que ellos querían. Al día siguiente, me fui a vivir de Guatemala a El Salvador, con mi primo al volante y mi gato encerrado en una jaula llorando. Sammy, mi gata, vivió traumatizada el resto de su vida.

A los 13 me iban a llevar a almorzar, pero se les olvidó. Llegaron como a las 3 PM porque se habían quedado comprando regalos de Navidad para terceros.

A los 14, ibamos a irnos de viaje ese día y como buen insomne no dormí nada. No pudimos irnos, mi mamá estaba enferma; aprendí esto a las 4h45 AM. A una hora prudente, le avisé a mis amigos (2) de la situación y me acompañaron a ver The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring (2001) en estreno. Rafa, Armando y yo seguimos siendo brothers muy a pesar de que ya tenemos días de no ir al cine juntxs.

Y para mis 15, no hubo nada rosa, ni grande, ni clásico. No sé bajo qué óptica accedí a que me hicieran una cena, manteniendo según yo la esencia del rite of passage latinoamericano muy a pesar de mi outfit negro improvisado. Invité a algunos amigos. Lo que en realidad pasó fue que mis papás siempre hacían una cena navideña alrededor del 14 de diciembre, pero ese año la corrieron al 21. La única foto de mis 15 es de yo en la mesa de las divorcées, más jóvenes que mis papás pero no de mi edad. Las señoras, amigas de mis papás de toda la vida, llegaban con regalos en mano, regalos de navidad para mis papás. Creo que un porcentaje muy pequeño de los invitados estaba al tanto de que era mi cumple.

Los 18 fueron pleitos; una historia de ruptura que casi nunca cuento.

Cuando cumplí 20 me hicieron una fiesta sorpresa, pero no me sorprendieron porque lo intuí. Hubo sandwichitos de piñata, en mi ex-casa allí en Bordeaux/Talence. Hubo, antes, una cita no-cita con un chico que me gustaba y fui a ver una reinterpretación de El Quixote en ballet. Al final, cuando llamó mi papá desde El Salvador, le contestó una amiga y ninguno de los dos captó qué estaba pasando, ya eran las 7 AM hora Francia. Lo malo es que todo el tiempo pasé pensando en un ex, con dolor de vientre, en una nube de hormonas muy difícil de leer.

Los 21 iban a ser épicos, según yo. Ya, adulta. Una mujer sabia. 21 años, el 21 de diciembre, a las 21 horas. En realidad, dejé un angry voicemail a las 3 AM, cogí el teléfono fijo y llamé a El Salvador porque, por la diferencia de horas, Fernanda iba a estar despierta. Soy Paty, felicitame. Y me desperté con un mensaje agrio de “te devuelvo los lentes cuando regrese de Nevers”, en vez de “Feliz cumpleaños!”. Me lo bajé todo con un brunch en una terraza, a 10 grados C; y en la tarde no tenía planes, más que ir a una novena. Era eso o desperdiciar mi tarde de mujer adulta, divina, abandonada. Al día siguiente, sin embargo, hubo una revancha.

A los 22, un martes, exigí un trago con fuego y me lo tomé con una pajilla. Me dormí en una cama de visitas oyendo Janis Joplin y me regañaron el día siguiente porque no llegué a la casa de mi papá adónde me estaba quedando, ni avisé. Not the first time, not the last, pero really no podía dejar las conversaciones de Janis Joplin a medias.

No sé si fue para cuando cumplí 25 o 26, pero yo había planeado algo específico: una ida al mar, barbacoa, una piñata. Pero nadie pudo ir, todos cancelaron (menos 3 personas), y mi novio de ese entonces no quiso gastar dinero en una piñata. Dos desconocidos, voluntarios que estaban de paso, se unieron a la celebración. Hoy es hora que no sé cómo se llaman.

Cuando cumplí 27, el pastel era hermoso y estábamos en San Blas, La Libertad… pero yo había estado triste por meses. Un día más de esconder las ganas de llorar, todo por no querer entregarme al drama.
En 2017, par contre, opté por probar algo distinto: no hacer nada. Cumplí 29 años y aparte de un episodio incómodo con unos antebrazos, no hubo de qué quejarme. Vi a algunas personas queridas; no vi a todo el mundo. Me puse calcetines de bicicleta que me acababan de regalar, la farsa de la Navidad porque no puedo andar en bici. Luego, vino la secuencia de celebraciones de mis 30. Luego, un año después, la más reciente expresión de delgada línea entre vejez y juventud: mis 31. En ambos casos sufrí de crisis post-20’s y las decepciones se hacen entonces secundarias, ante la aflicción real de ansiedad adulta.

Quizás la clave es simplemente no nacer en medio de un 21 de diciembre, pero este año no voy a celebrar mi cumpleaños. No es que el solsticio de invierno sea una mala fecha, es que colinda con La Tragedia de la Navidad: todo lo malo que le suceda a una familia, a un grupo de amigos, a un equipo de trabajo es amplificado por la Navidad y la intensidad de las fechas festivas. Nacer un 21 de diciembre es simplemente nacer con la maldición de la época festiva, pero “feliz cumpleaños y feliz navidad.”

21 de diciembre de 2017
Playa El Sunzal, La Libertad

Mi primer viaje a L.A.

mi Yo de 18 años
azules en Los Ángeles


Mi primer viaje a L.A.*

*de la serie “mi primer viaje”

“no llego hoy a sivar sabes... estoy en LA... es una mierda pq yo tenia que viajar de LA a sivar, pero estaba en lista de espera y la aerolínea tripea sobrereservar todos los vuelos... sobre todo en esta temporada... [...] super buena onda la mara, eso sí. me recogieron a la 1 d la manana en el airport, me dieron comida y casa” – 17/07/06, email de P. a M.


Debía volar vía Los Ángeles a San Salvador, en julio de 2006. No sé cuál era la prisa por regresar (osea sí sé, pero no diré su nombre)... pero no me importó que el señor en SFO me haya dicho que lo mejor que podía hacer era cruzar los dedos, me subí en el avión de todas formas. Por alguna razón, mi elección de outfit para volar había sido una blusa blanca semi-escotada de algodón, una falda café, y unos zapatos medio-entaconados que acabaron por sacarme ampollas, de tanto caminar en los pasillos de LAX, el aeropuerto de Los Ángeles.

Caminé varias veces a la zona de fumadores que sirvió para amortiguar mi paciencia, pues una espera de 7 horas es bastante. Con mi pelo largo amarrado en un moño y mi maleta de mano atrás, fumaba cigarros gringos viendo el atardecer y los colores de la contaminación, el smog más maravilloso que había visto. Era repugnante, me quería ir de y no volver a pisar un pie en Los Ángeles. Escribí bien brava en mi cuaderno de Los Beatles, ese con diseño tomado de Yellow Submarine, editado por Chronicle Books. Me lo acababa de comprar en algún lugar de California, en ese mi viaje a San Francisco, que no había sido mi primero.

Un fumador me pidió fuego, o le pedí fuego yo a él y me preguntó que qué estaba escribiendo. Ojalá nunca se me hubiera perdido la confianza e ingenuidad con la que me puse a contarle toda mi vida. Terminamos hablando de periodismo, escritura y me dijo que ojalá pudiera leerme un día, el desconocido con el brazo quebrado cuyo nombre nunca supe, pero me animó tanto a seguir escribiendo que la concepción más lógica y la racionalización de lo que acababa de suceder fue “conocí a mi futuro esposo”.
“son como la 1 de la mañana y estoy enojada. lo único que quiero hacer es hablar con la mara. everything was going so well. i even met my future husband.” - 17/07/06, cuaderno de The Beatles.  

Recuperé mis maletas y me quité el outfit ridículo de divorciada que mi Yo de 18 años había andado sudando por todo el aeropuerto de L.A. Ya lucía distinta, con mi maleta gigante [muy #acumuladores de mi parte] y esperé. Llegó un pickup con dos señores desubicados, tíos por lado de mi papá que vivían en L.A., y que creían que yo tenía 15 años. Hola, mucho gusto y gracias por salvarme. Pasamos a Wendy’s para merendar a las 2 AM quizás me pedí algo tipo una papa al horno con brócoli, porque llevaba como tres meses siendo vegetariana e iba bien, persistente. Estaba tan incómoda, y cansada.

“LA City Limit.
Tijuana keda como a 6 horas
suena tentador
me lo acaban de describir.” -
17/07/06, cuaderno de The Beatles.  

Me traté de asolear un rato el día siguiente, en la piscina de la residencia de estos mis parientes. Me sentía muy incómoda, pero la verdad es que hasta el día de hoy me atraviesa una convicción de que no me veo bien en bikini, y no me veía bien con el matrip que tenía encima y las montañas desérticas atrás; un bikini de crochet que solo mi Yo de 18 años habría elegido, la misma Paty que juraba que toda la situación de haber perdido el avión y estar varada en L.A., pensando en X, era un “castigo kármico”. Mi Yo de 30 años, pues, no expresa su visión de mundo a través del crochet, la verdad.

“Bueno ya conocí Venice Beach y ahorita estoy oyendo Jimi Hendrix camino al Hollywood Boulevard en (en honor a Enrique). Es bien especial estar en LA la verdad… Después de L.A. Story, y Pretty Woman… [...] Where am I currently going to? Me gustaría vivir en L.A… por mi future husband. Aparte de eso, veamos: El Capri, Santorini, Berkeley, France, New York, Suchitoto.” -
17/07/06, cuaderno de The Beatles.  

Y no recuerdo haber entendido nada de Los Ángeles, a ser honesta. Fui a un par de muelles. Pasé mucho tiempo en tráfico. Según los apuntes de mi cuaderno, escuché The Doors, Jimi Hendrix y Sheryl Crow. Me seguía sintiendo insegura en mi piel, explorando pantalones acampanados y tonos turquesa y azules. Me puse khakis y una blusa con un patrón psicodélico para viajar, esta vez. La blusa era holgada, un look muy “retro-embarazada.” Volví a esperar y a desesperarme en la incertidumbre de no saber si iba a viajar, pues seguía en lista de espera.

// Logré subirme en un asiento de primera clase, y hacerme amiga del tipo del duty free en lo que esperaban. ¿Amistad o coquetería? No lo sé. Aún hoy, fuera de Los Ángeles, hay momentos en los que se confunden la amabilidad con la coquetería. // Lo que sí me acuerdo es que no me gustó Los Ángeles, no al final cuando ya se me había bajado el efecto del veneno de hablar con un desconocido en el área de fumadores. // En diciembre de ese mismo año conocí a un tipo en el balcón de un hostal, Tyler, y lo describí así “Tenemos playlists similares, y a ambos nos encanta San Francisco y odiamos Los Ángeles”. Yo tenía 19, y ni se me ocurrió decirle que guardaramos contacto. Perdí su email, y hoy no podría decirle “Tyler, fui a Los Ángeles de nuevo, y esta vez me encantó” y nunca nos juntamos en S.F. like we said we would. // De hecho, ni sé si se llama Tyler. Se podría llamar Matt, o Joe. // Hay muchas cosas raras en esta vida.


“That was weird. Es apenas lunes y un tipo de United en el vuelo le dijo a otro tipo de United “Have a nice weekend.”.” -
17/07/06, cuaderno de The Beatles.  


qué horrible, qué chivo