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Semanas no tan santas parte 4

Semanas no tan santas parte 4: rincones


remnants of the past
Las avenidas y calles principales de mis recuerdos de Semana Santa están señalizadas por viajes en carro, una selección de aventuras varias y un par de itinerarios raros. En los callejones de la memoria y rincones olvidados habitan recuerdos de menor escala, de sabor punzante que no traga años. Aún hoy suenan las canciones de esos días.




2003
En la época prenovios, preautonomía, mi lotería de Semana Santa consistió en un día en el mar con padres y tíos abuelos. Gracias al Universo por mi prima, que estaba en las mismas.


Después de que nos revolcaran las olas y demostráramos una vez más nuestro bajo coeficiente intelectual (disminuye exponencialmente en función de nuestra cercanía), tratamos de hacer algo divertido en la ciudad, un sábado de gloria.


No hay nada divertido por hacer en San Salvador un sábado de gloria.


La policía te detiene si te salís de la ventana. ¿Fue la misma vez que mentimos acerca de la edad, y de nuestro parentesco?


–Somos hermanas.
–¿Cuántos años tiene usted?
–16.
–¿Y usted?
–16.


No somos gemelas; tenemos padres ágiles.


Todos los días extraño la falta de opciones y quisiera cerrar todos mis sábados con pláticas de Hotmail y 311; “who’s got the herb” era, aparentemente, un buen nickname de MSN.


2004
Si hubiera dicho que andábamos jamás me hubieran dado permiso de ir. De día, en el muelle, me hacía la loca; me agarraba de quien fuera, pero no de él. “Has pasado más con E. que conmigo”, pues sí, ¿y qué? Soltame.


Debajo de la luz de la luna, por debajo del muelle, con pocos testigos, nadé. El agua del lago es mejor cuando es así, y ojalá las noches así se multiplicaran.


De noche, nos acercábamos. Debajo de las sábanas, bajó más. Me asusté.


Quizás no era solo cuestión de pedir permiso, sino miedo a ir
muy rápido
y ceder
mucho.


2006
Debí de haberlo sabido, porque no pude dormir y mis sueño me lo dijeron.


Era viernes santo y, después de un par de días de piscina, la mamá de mi amiga me había comparado a Carrie Bradshaw y nunca supe si era cumplido o insulto. Ese año cayó 14 de abril y recordé, en paralelo, el cumpleaños de una amiga [de infancia].


Yo me tenía que regresar a San Salvador ASAP, y una pareja me podía dar jalón desde Salinitas al final de día. Las conversaciones en la sobremesa, que me dsitraían, acerca de las cosas que yo escribía en mis cuadernos se desvanecieron y la gente se retiró a relajarse –¿qué tal un libro, o una peli?


Nos pusimos a ver Crash (2004). Yo iba por cigarros, fumaba y volvía. Se suponía que Crash era buena, y solo recuerdo que Jennifer Esposito interpretaba a una salvadoreña y estaba brava. Yo no puedo ver Crash, y alguna vez lo dejé de ir en una soirée amena de 20añeros, soltando más info de la que me pidieron, es que cuando vi Crash…


Mis hombros, esa vacación, estaban quemados por el sol del Cementerio de los Ilustres, del sábado que siguió.


2008
El mejor remedio para París soy yo.


Recibí a dos amigos con panes de huevo revuelto y loroco, en mis dominios en Talence, Francia. También habían frijoles Natura’s, el fiel compañero del estudiante migrante.


Quizás fue la comida que los curó del mal de París y mal de patria que le acompaña, pero yo me quiero llevar todo el crédito. Yo y la noche en la que concebimos la idea de ofrecer brownies para seducir a terceros. “¡Dale! ¡Enseñále el brownie!”


El día siguiente nos bajamos la goma con café y globitos de pensamientos de delirium tremens, à la Under the Volcano de Malcolm Lowry, muy lejos de casa y muy cerca de la Place Pey-Berland.


“The last of the pubs they visited was a tiny gay bar near Hôtel de Ville, in a tiny street just off Place Pey-Berland, with a big, imposing church standing boldly in the middle of it, above them. Now, it’s almost impossible to perceive the exciting details of the Saint-André Cathedral at first glance, the tour guide said, before adding that this was what she saw every morning when she used to spend the night not far from Place Pey-Berland, the town square that sustains Palais Rohan behind them, and the gothic church, a remnant of her past, ornate with a Saint-Jacques-de-Compostelle plaque. Elizabeth had had a boyfriend, but it hadn’t really worked out. Neither Ilan nor Eva could guess what that meant, but Ilan could imagine the disappointment. He knew nothing, not a thing, about Elizabeth’s recent romantic past romance, but he had seen her upset over a series of bad romances, most of them having to do with what little she had to do with any of them in the first place, what was she doing with that surfer? The few years Elizabeth had lived contained more drama than Ilan and Eva’s lives, together. From this last episode, she seemed to now preserve a sense of mutual respect, and was transparent about her kindness to this guy David, and couldn’t say anything negative about him. Was it David? He couldn’t remember or keep track of these insular relationships. His memory was only perfect, he realized when it was something that revolved around him.
Though her story was edited and fragmented, Elizabeth seemed genuinely disturbed. She hinted out that she still missed part of her entanglement, but that she couldn’t complain about being there, with them, in a place she wouldn’t get hit on.”


2009
¿En qué momento decidí ir a Madrid? A última hora, claro… pero íbamos camino de mi apartamento a la estación de buses, y de la estación él se iba a Madrid, pero esta vez se iría de la estación a un hotel que olía a pescado, pero esa es otra historia. Era una de esas veces en las que me vino a ver, la vez que lo recibí con quiche recién hecho de la esquina… Y me dijo ¿Por qué no te venís para mi cumpleaños? Nos acabábamos de ver, pero no lo pensé dos veces: llegué a Madrid el 15 de abril, y me le perdí el resto de la noche.


Era miércoles, y el jueves en una plaza, con stromboli o focaccia en Malasaña, me hice muchas preguntas. Bueno, me quedo con una conclusión, me quedo con esto: seguiré intentando alcanzar esto en lo que creo genuinamente, a ver si lo logro. Si sigo fallando, pues, me replantearé toda mi concepción de qué es una relación, o en qué tipo de relación funcionó yo; y me acabé mi comidita italiana de este restaurante que ya no existe. A G. le encantaba el stromboli y N. no había comido en  24 horas.


El sábado hicimos una procesión. El tema de la noche era Trash. El concepto de mi vida , en ese momento, era ser trash. Había una reina, y mi camiseta rota decía “Kiss me I’m drunk”. Combinaba con la falda tornasol de látex comprada cerca de Plaza del Sol, en un sitio con surplus de zapatos de plataforma de charol. Era un reino inmenso de pelucas.


Algún día, yo usaré una peluca rubia a lo Marylin Monroe.


–¿Te pintaste el pelo?
–¡No! ¡Es una peluca!


2011
Me fui de Amatecampo a San Blas, huyendo. Ya me hacía falta la gente de mi edad. Abracé el principio de mi vejez.


2012
Antes de que las cosas se vuelvan malas, hay momentos buenos. No era primera vez que íbamos a Guatemala. “Él se ve más más”, me dijo C. C. se refería a C.


Ellos hablaron de vidas pasadas y de guerreros de luz. Yo escuché a C. contarme de su alma gemela y sus dilemas. Aparentemente cae mal cuando te hablan en un idioma “que tu alma conoce”, me dijo en zona 1, antes de la 1 am.


Después de la 1 am, me dio un ataque de risa una orden de omelette en Danny’s Pancakes. Nuestros sombreros combinaban y jamás me había sentido también, y todo hacía tan poco sentido.


Nuestra relación no duró mucho, pero otra relación que estaba allí sí. “Vos estabas en tu trip de enamorada, y ellos se acababan de conocer.” De lejos, en la barra, vi como una pareja se cogió de la mano por primera vez. Hace poco, en su boda, recordé ese ataque de risa en Danny’s Pancakes. Quisiera volver a noches en la zona 1.


2014
Fue el año en el que hice chutney, pero cuando no estaba en la cocina me la pasé en la piscina. La dialéctica marítima vacacionista es simple:
Caminata en la arena, chapuzón en el agua
Conversaciones en el sol
Boquitas en la sombra, cerveza en la piscina
Suficiente comida en el almuerzo como para no sentir lo que es el hambre en dos días


Y en una de esas cervezas en la piscina, escuché más historias sobre burdeles y prostitutas que en conversaciones en bares, o carros, o chambres.


2017
Se casaron en Semana Santa, en el centro del Sur de Francia.
La casada estaba sentada atrás mío y mi ex enfrente, y mi amiga al lado. Me volteé para hablarle a la novia, y me dolía aún el cuello. Se me había trabado en una madrugada con cigarros e insomnia, pegada al celular y con la angustia de que había perdido mi cartera. Mi efectivo. Mi anillo. Mi billetera. De jueves a domingo pasé trabada. “Eso se quita durmiendo”, me dijo mi amiga. Esa madrugada huí de la recepción con un cálido abrazo “N., me voy a ir a dormir”. Ya no aguantaba el sueño, ni el frío, me había cubierto el vestido con toda la ropa que tenía. Ya había esquivado un besito en el hombro y alusiones al pasado. Aún así encontré, con todo y mi torticulis, la energía para tomar el domingo hasta las 5 AM, posar en fotos de parejas (de metida) e irme sin dinero, puntualmente, tipo 8 AM.


Aún padezco del cuello roto.  


Aceptar las cosas por lo que son cosas que no se dibujan seguido en los canvases, igual son recuerdos, son tuyos; está bien hacernos sentir incómodos, de vez en cuando, y reconocer qué se siente el tacto específico de los momentos que no le pertenecen a nadie más.


palm tree friends

Semanas no tan santas parte 3

sudada y cansada
Itinerario de Semana Santa si sos Paty el año pasado*
*no sé qué fue lo que pasó tal cual
estoy levantando mi itinerario de mi cerebro, no de algún cuaderno

Días previos a los días previos a Semana Santa
Pensar en qué podés hacer para la vacación.
Aprovechar que tenés una semanita para ir a Nicaragua, porque Nicaragua es un bus larguísimo. Guatemala, en cambio, no representa tanto tiempo: podés ir un finde largo, podés ir de un día al otro (¿no? Bueno…)
Aprovechar que tenés tiempo de echarte tus horas en el bus y moverte por Granada, y al fin podrás conocer Ometepe, que hasta hace poco era un secreto bien guardado, una joyita en tu imaginario.
Presupuestar dinerito para comer tostones de plátano y queso frito y jugos, en abundancia.

Nicaragua, sos lo máximo,
xoxo

Sudar solo cuando hacés ejercicio, porque los días previos a los días previos de Semana Santa aún se caracterizan, en mi bello país, por sus temperaturas agradables y la sequedad que cala los huesos de las montañas que agarran fuego a falta de humedad. Los vientos de octubre, hoy en día, empiezan tarde pero duran hasta mediados de marzo.

Días previos a Semana Santa
Medio reservar algunas cosas para no comer mierda a la hora de las horas, pero no tener nada muy claro. Un hostal en Managua, un hotel boutique en Granada porque, si solo es una noche, ¿porqué no? Un hostal en Ometepe… y todo lo demás, allí después vemos.

Sudar el calor Salvadoreño pre-Semana Santa.
Sudar y sudar mientras organizás tu trabajo antes de irte a perder unos días. En marzo ya hay vapor que asfixia hasta los atardeceres más temperamentales.

Día 1
Morir lentamente en un bus con nalgas acalambradas.
Ver The End of the Tour y sentir que alguien te entiende. Ese alguien es David Foster Wallace.
Llegar y subirnos al taxi amigo del hostal La Bicicleta, el rincón más agradable de toda la ciudad. Queda a una caminata de lo que se convertirá en tu restaurante favorito, porque todo lo que existe en el menú de La Cocina de Doña Haydée es fantástico. Como es la vida que si no fuera por ese viaje de 14 horas no habrías caído en La Bicicleta, y si no hubieras caído en La Bicicleta no hubieras terminado siguiendo los consejos de su dueña, quien te dijo que allí había que comer. Es importantísimo comer en La Cocina de Doña Haydée.

Sudar en la frontera El Amatillo, y sudar más de la cuenta. No es solo el calor: es que el clima de Semana Santa implica que hay mucha, mucha gente en esa frontera, en esos momentos; esos días de Semana Santa. Quiero una pastilla que me duerma y me haga insensible a lo tedioso.
O es que como ahora estoy vieja, ya no disfruto cosas como antes. No parece que fue hace mucho esa vez que fui a Nicaragua por primera vez y, con el velo de mis 23 años, no es nada tedioso. El maridaje de sudar en la frontera, aquella primera vez, fue un café de 25 centavos, con un hilo de azúcar ya en su mezcla y ralo como agua de calzón, y pláticas con Rodrigo Dada.

Sudar en la terraza/jardín de La Bicicleta, sin cerveza por abstinencia por hipoglucemia emocional semi-diagnosticada.

Qué lástima que yo no sé andar en bici. Podría sudar en la bici.

Día 3
Ósea, perdón, día 2.

Ok, es hora.
Disfrutar del desayuno de frutas y café Nicaragüense, con un cuaderno al lado y, por alguna razón, Blondie siendo tu banda sonora personal.
Conseguir ride al mercado/terminal, que no sabés si es solo terminal o también mercado. El viajecito en pickup con aire impide que se extienda la sudada que el clima de Managua, violento y espeso, te impone.
Pagar un equivalente a 90 centavos de dólar para llegar directamente a Granada, en un viaje de 40 minutos; espressos les llamo yo, como el café, ignorante e inventista.
Llegar en búsqueda de vigorón en el parque, con jueguito. Dicen que esto es lo que hay que hacer al no más llegar (miento, es lo que yo digo); eso y volver a ver a todos lados para ubicarte en las calles coloridas y los negocios y los casinos. (Mi querido Don David me dijo que no comparara cuando apreciara algo, que me por eso se me jode la cabeza, por cosas como “creo que Granada es un poquito más grande que Antigua Guatemala”.)
Creo que es hora de encontrar el Hotel, pasar por una mueblería que se apellida Kauffman igual que mi cineasta favorito, pasar por paredes manchadas con colores bellos y también por azulejos igual de bellos.
Llegar al hotel Los Patios, en Granada, y hacer todo lo posible para que 1) valga la pena la inversión y 2) no haya calor.
Leer a Murakami hasta marearme. Tokio Blues (del inglés Norweigean Wood), pues, depende de gustos.
Tener un momento de vanidad y cuidadosamente escoger como buen look Granada, un outfit que diga “me veo bien aunque esté relajada y me gusta el Comunismo”, para que combine con el malecón y la vista al Gran Lago de Nicaragua.

Sudar excesivamente lo largo de esos 40 minutos en el espresso de Managua a Granada, con el pecho pegado a la maleta chineada porque no cabe nadie ni nada más en ese busito.

Día 3

Desayunar en Los Patios y su gusto impecable como si fueras la mujer de la casa, en este hotel que era una casa (con gusto impecable). Se mantiene el gusto y el estilo, pero se han retirado los factores de pareja danesa con hijos, y el resultado es que, si pagás, esa vida de daneses de vacaciones puede ser tuya; I am leaving for the season.
Decidirse a última hora que hay que hacer el tour de las Isletas y hacer una transacción que parece ilegítima con Pablo**, el tipo que se encargó de vendernos un tour caro y un transporte a Ometepe. Pablo nos convenció porque el precio incluía una carta postal firmada por él que todavía tengo, con dedicatoria.
**No es que quiera proteger su identidad, es que no recuerdo su nombre, ni el nombre de su tour operador.

Comer guapote y tomar coco, en una isleta. Yo me apunto a lo que sea con tal que me digan que ese es el vacil que hay que hacer, tal actividad en tal lugar. El guapote es exquisito. Tenía razón la opinión pública.
Ver el Vía Crucis acuático y ubicarte en el tiempo y espacio de jueves santo, o miércoles; no sé. Quizás fue martes, quien quita…
Cambiar de outfit, para el ferry a Ometepe. Algo que diga “No sé cómo hacer para que todo me entre en la maleta y ya voy tarde, me tengo que poner lo primero que encuentre.”
Despedirse con dolor de Los Patios, bye bye danish life.
Cambiar el glamour accesible por un viaje del puerto de Moyogalpa a la Hacienda que no me acuerdo cómo se llama, en un lugar remoto, al final la Isla de Ometepe. El hotel/hostal/Hacienda tenía superioridad moral, política anti yo comprar Marlboro Lights, hamacas y muelles afuera, mosquitero adentro y (creo) que un alacrán en mi ducha.

Sudar en un ferry grande y lleno, piernas pegadas, brisa en la cara. Qué linda la vista camino a Ometepe, donde aparecen los volcanes de la nada.


Día 4

Es mentira que voy a hacer una caminata de cien dólares, saliendo a las 6 am y que requiere cubrir todo el día y tener por lo menos 3 litros de agua a la mano. Opté por la opción bajo presupuesto de caminar y hacer turismo a mi manera (sin planes y sin saber qué está pasando).

Levantarse suficientemente tarde como para perderse de las actividades extremas y comprometidas, y no tan tarde como para perderse del desayuno. Amo demasiado los desayunos como para decirle NO a uno.
Caminar horas en medio de la nada, en dirección a una cascada. Hay gente que no se tarda tanto tiempo en llegar a ese punto de acceso a la cascada. Esa gente, a diferencia de mí, sabe andar en bici.
Empezar el ascenso a la cascada, en las faldas del volcán whatever, y desistir después de un kilómetro porque la integralidad de tu salud depende de ello.
Decir cosas como ya no más, ya basta, me estoy muriendo.
Subirse a la cama del pick-up de unos amables desconocidos para poder llegar a la cascada.
Empezar la caminata dos hacia la cascada y sufrir. Es súper difícil el recorrido desde donde la gente lleva carros y pick-ups, hasta el destino final. Tres kilómetros decía el papel, pero es mentira. Es un momento demandante que te hace putear a tus Reebok que compraste en 2010 porque, además de feos, se deslizan.
Llegar a la cascada divina y tener un momento muy Jamie Lee Curtis en True Lies.
Bajar con los desconocidos que se han hecho tus amigos y que te llevarán hasta un siguiente destino, pagar tachar de la lista de Cosas gratis que ver en Ometepe. El destino ese al que fuimos es súper aburrido y ahora no tenemos manera evidente de volver a nuestra Hacienda/hostal/hotel.
Esperar el bus media hora sin éxito.
Empezar a caminar los 10 kilómetros que hacen falta.
Pedir ride cinco veces y ser rechazados, hasta que una camioneta de gente que viene de la playa se compadece y nos lleva. Son familiares del dueño del hostal/hotel/Hacienda así que no puedo expresar libremente mis frustraciones con que me obligan a comer comida vegetariana, en comunidad, sin cigarros. Nos vemos, ¡gracias!

Sudar mientras te sentás en un tiempo muerto, con el atardecer atrás. En el espacio de este tiempo se escucha lo incómodo que es estar en Ometepe, sin aún no haber hecho cosas como la playa, y el sonido de cómo a una mujer no le quieren vender un sándwich. Debe esperar a comer con todos; no quieren que se pierda de el buffet ilimitado y obligatorio.

Día 5

Despertarse a las 8am para poder conseguir ese bus que pasa cada hora. Como no hay nada que hacer en la Hacienda/hostal/hotel, nos dormimos temprano abrazados aún por el sudor de la caminata a la cascada divina. (¿Por qué no existen rutas EXPRESS  a las cascadas? En cuanto más divinas son, más difícil es llegar a ella. Esta era definitivamente nivel intermedio.)
Frustrarse por última vez con el conserje creído del hostal/hotel/Hacienda y sentir un alivio que te persigue hasta que llega por ti tu chicken bus.
Parar en un hotel de verdad, para poder desayunar frente a la playa a la cual jamás habríamos llegado de no ser por el chicken bus. Si nos habríamos ido a pie, tendríamos que haberlo hecho con anticipación. A mi ritmo, esa distancia a pie se hace en dos días.
No meterse al lago.
Contentarse con que está bien bonita la playa y el desayuno, rico. Se empieza a hacer público y flagrante tu amor por la comida de Nicaragua.
Llegar al ojo de agua y admitir que no valía la pena la caminata desde la playa hasta acá, que también fue con ayuda de desconocidos que te recogieron en la calle. Error a no volver a repetir.
Irse en “taxi” hasta el puerto de Moyogalpa, la parte de Ometepe donde todo sucede (a diferencia de mi hostal/hotel/Hacienda…)
Llegar cansadísima a Managua, a La Bicicleta.

Sudar a lo largo de un ferry de (averiguar cuantas horas), un bus de (...), otro bus de (...).

Día 6

Levantarse tipo 3 AM, irse sonámbula a coger de nuevo un bus.
Entrar en coma de cansancio.
Despertar de la coma de cansancio.
Llegar a El Salvador tipo 3 o 4.
Irse a la Libertad a comer ostras en El Obispo, donde Blanchy, a las 5.
Ir bar hopping al Tunco tipo 7.
Querer morir de cansancio, ¿qué estoy haciendo en una discoteca? No, no puedo bailar.

No tomar nada de alcohol.

Sudar de tanto calor (y cansancio).
ometepe at "night"

playa del lago

desayuno eco hostel realness

trippin' 
Patricia Trigueros