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Mis lugares no existen

El Pasado, Atiquizaya, El Salvador.


Mis lugares favoritos ya no existen, pues el lugar que fue ya no es y nunca será lo que fue, aunque no lo hayan movido del globo terráqueo. Estos pedazos de tierra a lo mejor siguen irrigados por las vidas de otros que, a su vez, prometen cosas que no son. Viven mis recuerdos con esos que la tierra recoge, y yo aunque los viera no me veo allí, ya no; no existe mi Pasado con mi Presente, y otros relatos de divorcio.

No hay lugar favorito como ese hueco en la caja torácica, mi jaula thoracique, que protege a tus pulmones de la contaminación de las ideas, y a tu corazón de la promesa de dolor. En esta cavidad, protegida por chocolate oscuro con sabor a fresas, almacena esos sitios que no compartes, que apenas vives, que nadie nunca te quitará y a lo que nunca regresarás. La nostalgia acalambra a algunos que no conocen la sensación sentimental de llenar ese hueco chocolatoso latoso que le ocultas a la vida real.


La piscina de azulejo azul queda en el patio trasero de una casa, dentro de una colonia, en una capital, de un país. Es una piscina capitalina: modesta, pacha; mojigata y discreta. ¡Las cosas que ha visto, esta piscina...! Sirve para calentar las noches frías, despertar piernas dormidas, y quitar calores. De día o de noche, es mi aliada. Tiene razón siempre. Nunca le hago caso. Me cuesta, pero las cosas que valen la pena nunca son fáciles. Desapareció todo salvo el sentimiento del sol abrazándome hasta convencerme de que Ven, metámonos a tu piscina. 

La esquina superior derecha era mi monopolio. Pasé años soñando despierta con dormir en toda la cama, entera, y nunca en la misma posición. ¿Cómo no aprovechar mi metro y medio de largo (piernas y caderas y torso mediocre, con mis pies flaco talla 37? El reino de mis almohadas y las infinitas posibilidades. ¿Cuándo me di cuenta de mi afición por La Esquina/Mi esquina? ¿Cómo renuncié? ¿Qué vueltas tiene que dar la vida para terminar en la esquina superior izquierda? Debo construir un nuevo reino de almohadas coloridas.

Debo encontrar la robusta construcción de cemento y mar, la casa de una Semana Santa. No volvieron ni los días soleados con surplus familiar, ni tampoco esa casa con su techo/terraza inmenso. De encontrar la dirección exacta, me asomaría al portón viejo de madera. Buscaré en la expresión del guardián es estado de cuentas de las personas que alguna vez estuvimos allí juntas. Jugamos en la grama, llenos de arena; miramos al cielo estrellado, muertos del miedo. Creí que iba a morir en ese sitio que no existe, de tanto ver las palmeras menearse al son del perro que no dejaba de ladrar. Quiero volver y quitarme el miedo, y bailar con las palmeras en mis sábanas llenas de cloro de la piscina. 

Mi ex-cama, a la cual no volveré. Ojo: esto no tiene nada que ver con mi status/identidad de ex-novia, ex-estudiante, ex-amante, ex-alumna, ex-roommate, ex-todo – algo que *alguien* tan elocuentemente publicó en su status de Facebook, en época pre-Twitter y pos-Michael Jackson.. El caso es que mi ex-cama no volverá, y la extraño. De manera abstracta aún conservo ese lugar dónde puede leer, morir, dormir, beber, amar, sufrir, y ver películas, y escribir. Las camas son importantísimas, sobre todo si eres de aquellos que sufren.

Materialmente, la he perdido y no la recuperaré. Era mí lugar preferido y codiciado por muchos y muchas. "Hacer una siesta en tu cama es como dormir en las nubes por un momento."

Tres colchones tirados en el piso, tamaño twin; un edredón-colcha tamaño king. En una esquina. La dibujé y le escribí un texto, un día en el que me sentía devastada. Meterme a esa cama me hubiera curado el corazón roto (que yo misma rompí.)

Las sábanas llenas de cloro y la habitación bañada en el atardecer del Tamarindo se fueron en el mismo hoyo negro de la edad adulta. Allí, a esa hora, en ese momento de la semana, en ese hotel de playa, fui ignorante y feliz, e ignorante de mi felicidad. Me inventé las reglas de billar, jugué y gané; indicador de que supere el trauma de la gran apología animada Pinocchio. Todavía sé a qué saben las gaseosas de piña, coloradísimas además de dulcísimas (pero el azúcar no se siente cuando le bajás la temperatura hasta donde te alcance el hielo en el mar, ¿verdad?) Comí camarones sin saber qué eran, pero allí estaban los ojotes negros del camarón-langosta. Modelé mi calzoneta con neón noventero, el mar atrás. Perdí la cuenta de cuantas veces me escapé a morir. Perdí el aliento y lo recuperé. Se me hinchaba la panza después de ir y venir de la piscina al mar, del mar a la mesa. Una ducha rigurosa me quitó el olor a mar, pero no el color. Mi piel estaba viva y mi cara, inflamada. Juro que soy más cachetona cuando visito estos lugares que no existen, ese solo que abraza y ama.



El vacío lleno. 



Patricia Trigueros

Nostalgia o casada con Bordeaux

Mis cuatro años en Bordeaux, por ratos, se pueden resumir en las cosas que me hacen falta. La nostalgia viene de la palabra Nostos, que en griego significa regresar a casa. Alguna de mis profesoras queridas, de esas de mis materias preferidas que tuvieran que ver con redacción o lenguaje o algo por el estilo, me habrá dicho alguna vez "Nostos, nostalgie, el regreso imposible, el dolor del imposible regreso". Pero a mí la nostalgia no me duele, me "llena", me enriquece el recorrido de detalles que tuve y tengo, y allí están. Habrán casos menos dolorosos que otros, debo admitirlo. Pero adonde hay dolor hay cambio, hay mejoría, hay más; por eso aprecio esos momentos, también; o no sé, pero ahí voy...
Place de la Bourse, Bordeaux
Extraño la madera vieja de los edificios del siglo 18, o de cuando sean... Más allá del look general de viejo, impuesto por las ruinas del siglo 15 y 16, y las estructuras en el centro de Bordeaux que llegaban hasta 7 pisos... La Grosse Cloche, las iglesias, el camino de Santiago de Compostela... Era vivir la vieja arquitectura, escucharla al abrir y cerrar puertas y ventanas, sentirla en el frío o el calor que penetraba la madera débil, escuchar a los carros y a los mercaderes, pues el sonido de tu barrio traspasa las edificaciones de madera imposibles de calentar en invierno. Estoy segura que todo era amplificado desde mi apartamento de Mme. Marzat, sobre el Cours de la Marne, calle de alto tráfico (todo tipo de tráfico).
Y, hablando de mi barrio, extraño mi panadería y mis panaderos. Así como hay gente que se adueña de sus marcas y se refiere a ellas como suyas, yo me apropio de pequeños negocios y de sus componentes humanos. Mi panadería, Le Fournil des Capucins que mencionan en Lonely Planet, tenía los mejores quiches del mundo (hechos con pâte feuilleté), y la mejor baguette... ¡y nunca cerraba! Llegué a regatear, una madrugada: "¿Cuánto me da por estos 65 centavos que tengo? - Media baguette, cuesta 45... - Pero, ¿y ese pan con chocolate? - Cuesta 85 centavos. - ¿y si le doy 65?".... Fracasé en el intento, y eso que funciona tan bien afuera de Francia, notablemente en mercados de artesanías, según lo que puede narrar mi experiencia. Y mis panaderos: uno era bien buena gente, y el otro era un poco Nazi y pesado. Pero allí estaban, dándome pan a cualquier hora.
Yo no canto, pero canté.


Mi bar: ponían música que a mí me gustaba -- Led Zeppelin, The Kinks, The Doors, The Beatles, Neil Young, The Monkees (como en la época de mi mamá), etc -- mientras los otros pubs ponían Black Eyes Peas... Servían New Castle Brown Ale mientras que en el pub The Houses of Parliament o The Cock and Bull se les acababa.... Era pequeño, y sucio; íntimo y perfecto. Y mi bartender era escocés, y era buena onda. Le regalé un shot glass de Fernando Llort, Premio Nacional de Cultura 2013, traído expresamente desde uno de esos mercados de artesanías de los que hablaba anteriormente. Se llamaba Dick Turpin's, y entramos probando algo nuevo, como cuando canté Young Love de The Mystery Jets en El Connemara... pero eso es otra historia. Hey, new experience. (¿y porqué tanto pub inglés en una ciudad de Sur-Oeste de Francia? Siempre doy una respuesta no-informada, basada puramente en conocimiento superficial: el territorio de Burdeos (Bordeaux), y Aquitania, fueron parte del Reino Unido, por cuestiones matrimoniales, por mucho tiempo; provocó una guerra que duró mucho tiempo también, y un flujo de ingleses, que son acogidos por los pubs.)


Extraño mi cama, la de los últimos dos años: tres colchones uno encima del otro contra la pared, un cubrecama espeso contra cualquier catástrofe natural, y extraño desde allí poder ver un sin fin de películas, pues a la altura perfecta colocaba mi computadora encima de una especie de caja, cine en la cama más cómoda que existe. Hay un texto que escribí, publicado en Cowbird, The Clouds.
Place du Palais 
Extraño las salidas esporádicas a París, una ciudad que fue mi amante al que siempre regresé informalmente pero adonde nunca viví (hasta que me fui mes y medio a trabajar allí). Y en esas idas, podía llegar y sorprenderte si cumplías años y no sabías que yo iba a llegar ese finde, ¿verdad, Mari? Aunque tuve otras salidas esporádicas, y en un tiempo me enamoré de Madrid, sólo con París mantuve mi relación adúltera, poniéndole los cuernos a Bordeaux hasta que Bordeaux y yo nos divorciamos terminantemente en el 2010. Me vine de vacaciones, y volví a recoger mis cosas y a firmar el divorcio (divorcio con el arrendamiento del apartamento, divorcio con la compañía celular, con el gimnasio y su contrato imposible de romper, etc...). Y la(s) despedidas, por supuesto. Al igual que la nostalgia, las despedidas pueden ser más alegres que tristes; hechas para conmemorar, festejar, intercambiar cosas que no decís en otros momentos, y reír más que llorar.

Me hace falta caminar, en especial los días en los que caminaba un montón, pasando a apartamentos varios, descubriendo librerías, escribiendo en cafés. Sobre todo en los días lindos que aunque fríos son despejados y tranquilos. Quizás es en ese clima despejado es que se te cruzan por allí rincones de la ciudad, de Bordeaux, que nunca habías visto. También extraño caminar por el campus de mi Universidad: era feo, no tenía sentido ni estético ni de espacio; no había vida en los alrededores... me encanta.

Quedándome dormida en frente de la Place de La Bourse


Me hace falta reunirme con mi equipo de La V magazine.


Me encantaba cuando venían a visitarme.


Las terrazas de los cafés/restaurantes, sillas de mimbre que combinan con el look clásico francés, son perfectas para conversaciones buenas, y son los anfitriones de muchísimos recuerdos puntuales que varían en cuanto al acompañamiento: a veces eran Mónacos (cerveza Stella y sirope rosado), a veces cerveza, a veces café, a veces café crème.. Y en la misma línea de aire libre, debo admitir que La Place de la Bourse y el espejo de agua era una gran cosa, el espacio perfecto para comer de día o de noche, beber, caminar, amarrar, cortar, reír, llorar, fumar, dormir... ¡todo!

Añoro también la comida, y quisiera regresar en el tiempo para poder comerme todo lo que algún día me ofreció la ciudad y rechazé por vegetariana. La comida y el buen vino; una salida en el centro de Bordeaux regálenme, vaya. Por mientras, escuchemos "S'il te please" en 8tracks.com, mi playlist frenchie.



El mapa de la memoria


Lo dijo F. Scott Fitzgerald, no lo dije yo
Hace ya unos tres años, en una clase de taller creativo impartida por Toni Mena, realizamos un proyecto llamado Contenedor de ideas. Consistía en implementar procesos de brainstorming/proceso creativo/generación de ideas para poder aterrizar el concepto de según tus ideas, y hacer una escultura. De las propuestas hubo varias memorables: un brasier eléctrico, un sartén con una cama entitulado Cocinando sueños, un cassette noventero (y un tanto nostálgico) que escupió la cinta y había hecho un solo desorden... Y bueno, yo me pregunté "¿adónde guardo mis ideas?" y obviamente dije "mi memoria". Antes de saber leer, ya recitaba al pie de la letra el libro de la familia de conejos que me leían todas las noches, lo agarraba al revés y se lo leía a mi público. Soy la memoria colectiva, como dijo una amiga: "Vi como todo en ti es historia, verte es leer un libro lleno de pasajes que te llevan por momentos de amor, felicidad, melancolía, soledad, sueños, sexo, alcohol, amigos, familia, abandono, cambios, encuentros y adioses. Todo es una sola persona, eres la memoria de todos los que hemos podido compartir contigo".

El caso es que en ese proceso vi que la memoria estaba enjaulada quizás en el encéfalo, no me acuerdo; me pareció sumamente pequeño y complicado y me gustó más cómo era en mi imaginación: a la escala de todo el cerebro y mapeada, con secciones y direcciones. Y desarrollé mi contenedor de ideas de esa manera, y el mapeo lo hice según colores y teorías de la sicología del color o, mejor dicho, mi interpretación de todo eso: agarré un wacal, le pegué algodón para darle relieve, y lo forré de papel periódico mojado y goma, haciendo como un yeso y una sola estructura que fue dividida por secciones adonde guardas tus recuerdos diferenciadas por colores... una sección para la melancolía, otra para lo orgánico, otra para lo superficial, otra para las relaciones alegres, la pasión y la lujuria, y así con varios elementos que le fui agregando.. hasta un pedazo de pelo tiene, y un zapatito de una muñeca Barbie... Cositas, sabes...

En clase de psicología recientemente enriquecí mi entendimiento de la memoria: hablamos en clase de cómo la memoria individual es perceptual e implicita y a la vez explícita y autobiográfica... Como la disciplina y el esfuerzo ayudan al proceso de memorizar, y cómo puede ser episódica, y cuán capaces somos de memorizar y recordar, como reordenamos todo en nuestras cabezas para traer a la luz ese recuerdillo.... Y me volví a perder en el mapa de la memoria. Aunque me ubique entre recuerdos, no sé muy bien adónde estoy en ese tema, y no entiendo aún qué me pasa que cuando se trata de un recuerdo, se me regresa la imagen de quien usaba qué, la luz, los diálogos, los sentimientos, la vibra, el lugar en detalle, y así. ¿Alguien sabe?

"Clementine. No making jokes about my name!" Cine en la cama,
Eternal Sunshine of The Spotless Mind de Charlie Kaufman
Me ubiqué, sin embargo, cuando el profesor dijo "¿Alguien ha visto la película que se llama Memento?" Por supuesto que la vi tras las recomendaciones de mi hermana mayor hace años. El tipo no retiene recuerdos, había perdido la "memoria de trabajo" que algunos autores comparan con la memoria RAM de las computadoras; explicaba mi profesor mientras yo reunía flashbacks de esas escenas y la cronología inversa, las tomas, que mueven a la película. "También hay una película en la que hablan del proceso de la memoria que se llama Eternal Sunshine of the Spotless Mind", le dije. Parecía que éramos los únicos en el salón que la habían visto, esta obra mágica de Michel Gondry escrita por Charlie Kaufman. "Salen Kate Winslet y Jim Carrey, y se trata de una pareja que corta y se borran de la memoria... Es como ciencia ficción, porque existe en la película un doctor capaz de borrar a alguien de tu memoria, y llegás con todo lo que pueda hacer que lo recordés y hacen un mapa de tus recuerdos y borran a la persona... Y en el caso de ellos, se encuentran en sus recuerdos, y se esconden en otros lugares del cerebro.... Ay, es bien chiva".
Halloween 2009: en el apartamento de la familia Uhía-Trigueros,
Santi y Paty vestidos de Joel y Clementine.
Súper EternalSunshineOfTheSpotlessMind

Es que lo es, es chivísima. La veo y la reveo. Es rica en detalles de esos que se te escapan y sólo viéndola de nuevo los vas a agarrar. Mi prima me dijo una vez que te deja la reflexión sobre una relación: ¿lo volvieras a hacer sabiendo que te va a ir tan mal que lo vas a querer borrar de tu memoria?

Un pedazo de Paty y un pedazo de Kaufman:
atrás el afiche de Adaptation 
Me dejó perpleja cuando la vi en el cine en el 2004 (Multicinema, Galerías)... porque se trata de una relación, y sobre este lienzo uno, el espectador, asiste al teatro del enamoramiento, de la química, de la compenetración, de la atracción, de la inversión emocional. Los personajes Joel y Clementine contruyen un mundo que luego se deteriora por peleas, por choques de personalidad... Y la película te lo cuenta de manera no-cronológica, así como guardamos los recuerdos, y vas viendo por pedazos qué pasó y entendés por qué en ese mapa, en el proceso de borrar a Clementine del todo, se tratan de quedar en esos momentos crudos. Lo que pasa es que en la vida real no se puede regresar a esos momentos igual de seductores que una cama cómoda de un fin de semana. Cuando cortás, te despegás de todo eso; o sufrís anhelando a un pasado cuando lo que necesitás para llenar ese vacío sólo es seguir adelante. Creo que duele más el aferro que el proceso doloroso de dejarlo ir. Pues, te saca lágrimas. ¿Y ahora que vas a hacer? Ayer sabías mas o menos con quien compartías tu tiempo. Como cuando te cortan el pelo que salís del peluquero sabiendo con algo que te han quitado y no te van a devolver (sólo que peor, porque cortar se lleva tanto lo que te dieron durante la relación como lo que tú pusiste), sólo es cuestión de tiempo para que te crezca de regreso. Además, como lo veo yo, sólo significa que vas a estar mejor. Y siempre será interesante saber, para seguir con el tema de la memoria y esto de la separación de dos personas, ¿qué recuerdos quedan? Si hablamos de un "él y ella", ¿cuál es la historia de él y cuál es la de ella? ¿Cuántas veces he escuchado la frase "there are two sides to each story"? La respuesta a estas preguntas son irrelevantes, pues mientras estén separadas estas historias tienen sentido que sean diferentes. Tu pasado es tuyo, y es privado; al menos que seas como yo, quien comparte a menudo su privacidad y considero que a menudo "en privado" consiste en un cuarto lleno de mis amigos.



Y aquí la playlist que reúne mis picks de breakup songs.