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Mi segundo viaje a L.A., parte 2


el chucho que no entró a brunchear a Bottega Louie, Downtown L.A.
domingo 9h35 AM

"part of the thrill is how cheap it is, but Paty missed out on that because I treated her"
almuerzo en in-N-out, domingo 13h15 
Hubo un aspecto muy íntimo presente en muchos de los momentos, un aspecto que no he compartido, pues no es mi historia para contar; más presente el día domingo, que cualquier otro día, y domingo fue mi día favorito. El sábado, sin embargo, yo no sabía que el domingo sería mejor.


La verdad solo se agravó mi adicción a los domingos.


***


El sábado caminamos a Hollywood, hasta separarnos e irnos cada quien por su lado. Nos veríamos en la noche, invitados a la misma fiesta, conocidos entre desconocidos. Me quedé en The Bourgeois Pig, siniestro y con algo inefable y cool; leí y I collected myself, my pieces, and made a map of where I’d take them, a map I constructed with the help of a local, B, who had traveled and come back. It took me about 40 minutes to walk the 20 minute walk to the subway, and then I hovered.


The end tail of the March for our lives, in March, after all, first; and then a long line at Daikokuya en Little Tokyo. No me molestan las colas cuando estoy sola: siempre hay más espacio, más rápido, para una sola que para grupos. Ellos se la pasan mejor en las colas, pero esperan más. Éramos dos solitarios. Nos veíamos. Su libro en mano y su tote de The New Yorker me decían que él era mi homólogo, la versión masculina de Paty. Nos sentamos al lado y pedimos lo mismo, quizás no hablamos porque no teníamos nada que decirnos, no hubiéramos pasado de “yo también”.


En Demitasse cargué mi celular, escribí, seguí armando una historia que estaba en remojo, que luego se hizo un poema sobre la identidad cultural que se borra, la cultura subordinada a otra cultura, la violencia normalizada. Justo en esos bosquejos estaba cuando entró una mujer negra pintada de blanco, su rostro visiblemente pintado y las piernas que se le salían de su falda también. ¿Ocupará talco o yeso? Seguro un cruce entre los dos, muy Kerry James Marshall, como evoco en ese poema.


Me detuve por un manicure en silencio, los 6 dólares mejor gastados en mi vida, y seguí caminando, que dolor de pies caminar en botines de Almodóvar, pero no importa, Little Tokyo es precioso así sin rumbo. Caminar hasta que la caminata se convierte en una fila afuera de The Broad, adonde vi banderas gringas de Jasper Johns, y me salté a Yayoi Kusama. Mi relación con Yayoi no sufrirá si no veo más de su obra. La impresión es perenne, la admiración también.


Caminé y caminé, varios círculos inconclusos, hasta que subí al rooftop bar de Tha Standard y brindé con mi primo. Brindamos por Los Ángeles, y por todas las veces que coincidimos, su volatilidad y la mía convergentes, como otro tipo de círculos. Se sumaron Aaron y Aaron, actores, nuevos amigos. En un SMS, yo confundí a Aaron con Erin, y en el bar gritamos para escucharnos, o más bien para que ellos escucharan las descripciones que sintetizar cuando alguien me pregunta ¿Cómo es El Salvador?


“I don’t know, I think San Francisco is more you, but L.A. is great!”


Llegué tarde a The Good Luck bar, y en su sofá rojo expresé mi nuevo amor por Los Ángeles, mi arranque repentino de darle vuelta a mi vida y regresar a Los Ángeles a vivir. Me dejaré crecer el pelo, me haré otra persona, con otro domicilio, con otra relación con el tiempo, el espacio y la percepción del valor, “Eso hice yo”, me dijo mi amiga, “me dejé crece el pelo, me lo pinté de rubio. Me hice instructora de yoga y me compré un carro”.  Eso te hace L.A.


Yo pertenezco en el Good Luck Bar, con el Barman que no me cobraba mis Coca-Cola Zero, hablando de decepciones y frustraciones con Danielle, a quien probablemente nunca vuelva a ver, y viendo al techo. Tomando fotos, oyendo en la música la melodía de tantas voces. Mi amiga me dijo que mudara al Good Luck Bar. Además, tengo sangre china.


***


Mi primo no estaba tan entero al día siguiente. Traté en vano de revivirlo con dosis de agua y café en Bottega Louie. No quería dejarme así, pero debía volver a su hotel, pero, tranquilo, aquí me quedo. Fui al MOCA a comprar postales de Kerry James Marshall y a ver arte. Me traje un lapicero que vive conmigo.


“Qué arte estás viendo?” Me preguntó mi anfitrión, y cuando le conté, me dijo que me nos juntáramos en la estación de metro cercana para ir juntos a Culver City al museo más genial del mundo. Pasamos a In-N-out, y lo tachamos de la lista de cosas no tan chivas que Paty tiene que ver cuando llegue a LA. Luego, terminamos el recorrido por muestras inusuales en The Museum of Jurassic Technology con té en el techo, del cuarto ruso al jardín. No se puede tomar fotos. Las teorías de cómo uno olvida son fascinantes.


Tachamos eso de la lista de cosas chicas que Paty tiene que ver cuando llegue a L.A., y nos fuimos a casa de C., allí downtown. Tomamos Picon Bière y hablamos de poesía, de viajes, y se nos fue el tiempo para irnos a Echo Park, a un evento literario en el que nadie nos extrañó. Movimos la fiesta a la calle, a comer tacos, era imposible conseguir un baño, hasta que llegamos por un espresso y cheesecake al café del barrio, de la ciudad, del estado, una institución de esas dee que si has pasado por allí, probablemente le has consumido, y no paramos.


Fuimos a The Last Bookstore a intervenirla y esconder libros de Rupi, y leer un poco de Neruda en dos idiomas, y de chinear un montón de libros que no compramos, Will, should I get this overrated feminist essay? Pasamos de sección en sección, juntos pero no revueltos, y mi anfitrión tenía anécdotas para cada esquina a la que me llevaba. Desde que nos bajamos en Culver City a caminar, y cuando nos sentamos a In-N-out, y en el techo, y en el regreso, y allí en The Last Bookstore,  me iba contando historias personales que le agregan a la dimensión visible, y no se ven igual los rótulos de Downtown Los Angeles y las baldosas abandonadas, no cuando tienen a un narrador así.


“It was Sunday and I hadn’t had Picon bière in a while, and after tacos and coffee, and was there cheesecake, too? ...there was The Last Bookstore and we listened to Bukowski but also read some Spanglish; I left with a copy of Insurgent Art in my bag with new books, and realized that the Japanese Highball at The Library Bar is my new favorite drink.”


***


Señores Los Ángeles, quiero agradecer a Hollywood por mi hospedaje y a los chicos por el mejor domingo de mi vida. Gracias a Silver Lake por mis últimas aventuras, y mi almuerzo a solas en Sqirl y por lo amable que fue, el lunes siguiente. Vitrinié y me compré unas cuantas cositas, para traer y regalar algo de mi viaje sin sentido por las calles, los barrios y los rostros de LA. M, mi amiga, llevó una sábana e hicimos un picnic de barras de cereales y agua de coco, y hablamos de lo mismo que hablamos por Messenger, pero en persona. Caminando, nos encontramos con un póster que nos marcó y nos tomamos una selfie, porque ser a la vez vaqueras y artistas es un poco nuestro sueño. Se fue por un lado, por una subida, y me quedé en un bar cercano para quemar tiempo y usar el baño, obvio, ese oasis difícil de alcanzar en una ciudad tan esparcida como L.A.


En la barra, un desconocido me contó de que había dejado su trabajo, ya mucho, ya basta. Había tristeza pesada en sus ojos que combinaban con su voz grave, pero Los Ángeles en general lo tenía harto. Iba a resolver su vida con un viaje a Houston, un montón de calma, pero si es un viaje vertical a través de las dudas de la existencia a lo mejor no resulte en un sentimiento de levedad. No se lo dije: me mantuve en el territorio diplomático de decir que lo entendía y sentando con la cabeza, si supusiera cuánto lo entiendo. De haberle contado de mí, ni me habría escuchado.


Se hizo hora de cena, hora de una última cena. Cené con Will en Night Market, una última cucharada de la comida divina de Los Ángeles y una dosis extra de cara-a-cara, de vida real. Caminamos por Silver Lake y algún otro boulevard sin rumbo, hasta que se hizo hora de tomar un uber y compartir un sofá, cada quien con su libro, una buena despedida.

Tengo que volver, así voy a Getty Museum y al Griffith observatory y me tomo algo con Ruth y Heinz, que no alcancé a ver, ¿quien sabe? La próxima vez, podré estar en Santa Monica por más de una hora, y no me tendré que cambiar en baños ni hacerme las uñas en un intento de sopesar lo extranjero e incómodo. La próxima vez, veré cortos cuando me inviten y no esperaré las últimas horas del viaje para jugar Tinder, e iré a más cosas con C, y tomaré más fotos, la próxima. Quisiera estar allí ya e ir a ver qué hay en el LACMA, y probar las cosillas que me recomendó Ruth; armar otro mapita para perderme y encontrarme.


***

la manta para el picnic del siglo 19 pero con agua de coco y barras de cereales
amo esa cachucha y ese manicure de Little Tokyo
y debo admitir que le reservo cierta fascinación a los fenómenos hidráulicos como ese reservoir

Viajes que no existen



El mapa de viajes que existen y no existen

There's is more concert envy than there are good concerts. 
- some guy 
Así como hay más envidia de conciertos que buenos conciertos, hay más lugares a los que he dicho que voy a ir de los lugares a los que he ido. Y cuando me siembran la idea, en mi cabeza voy y paso días allí. Sé que es improbable, pero digo sí, yo voy a ir, ¡vamos!

Nunca fui a Nîmes en mayo, pero me vi rodeada de paredes blancas, una noche calurosa. Allí estaría yo, en un recuerdo en el que no estoy ¿verdad? Los planes no salieron como dijimos que saldrían en nuestras pláticas por teléfono, pero no soy la única que le dijo al teléfono cosas que no pasaron. Cuando vi a Nîmes desde un tren, me acordé del viaje a Nîmes que no hice y no haré.
Nunca fui a Belgrado en el verano, pero recuerdo haber dicho que sí, que iría en Junio. Recuerdo escuchar sobre los puentes de la ciudad, la excesiva confianza con la que amigos se tratan y de las playas de Montenegro y, no creás, hay muchos apartamentos; y realmente verme allí, allí donde no fui, allí con mis amiguitos serbios que ya no he visto en (6) mil años. Imagino lo avanzado que estaría mi vocabulario en serbocroata, de haber ido a Belgrado en verano.
Nunca fui a Polonia, a pesar de haber dormido en Varsovia varias noches, tras llevarme conmigo mi cuadernito de Varsovia con aquella dedicatoria, yo también te kocham chie y no, no se dice así, ¿o sí? Lo sabría si habría logrado finalmente ir a Varsovia y a Cracovia y pasar un fin de semana, al menos uno de verano con noches pálidas, o en las playas frías que me prometieron y a las que llegué solo a través de esas promesas. Cerca (o lejos, no sé) de la casa en la que no dormí hay una plaza, en medio Varsovia, que se llama El Salvador, como (yo) mi país. Esa plaza me pertenece a mí y a los viajes que no he hecho.
Nunca fui a Estrasburgo, pero iba a ir, y era algo seguro. ¿Nos vemos en Strasbourg y te llevo como mi date? Seguro sí, y ahora hay que ver, porque que yo sepa es una boda, un matrimonio, grande, y es en las afueras. Y hoy no tengo ni puta idea de cómo es esa ciudad capital europea, cómo es su tranvía, cómo es la cultura, ni cómo putas son sus afueras, pero lo que medio odio es no haber estado en esa boda, porque j’ai raté también la civil y ¡cómo me encantan las bodas a mí! Pasar arreglada en vestidos, de boda en boda, por favor.
Ya no me fui a Japón este año, pero ya es un primer paso, todas estas ideas que me hice en mi mente y que quedaron allí nadando, seguro. Yo quien había dicho que nunca iría a Japón, así sin que nadie preguntara ni que llegara específicamente al caso, dije “Voy a ir a Japón en Marzo.” Llené el papeleo y apliqué, lo peor que te pueden decir es No y en eso era muy similar a the game of love: siempre he dicho que uno no tiene nada que perder, “siempre” siendo desde que superé mi miedo a quedarme esperando que me respondan un puto mensaje (ahora equivale a miedo a que te dejen en visto en whatsapp y antes, un email). Esperé y en la espera, sin saber si sí o qué, jugaba con mi pelo pensando en lo beneficioso que sería para mi cerebro conocer algo que no se interesaba antes por conocer. Me leí 3 libros de corrido (dos novelas y unos relatos) que me hablaban al oído de Tokyo y Kyoto y Nara, y Shinjuku en particular. Quiero que me rocíen los colores y el ruido y sentirme abrumada y comer delicioso. Tuve conversaciones acerca de todo lo que iba a aprender y rechacé dos comentarios acerca de los cherry blossoms que no estarían en flor para cuando yo llegara, pero al final me dijeron que no. No fui.
Nunca he ido a Oaxaca, pero cómo me encanta la idea de estar allí aunque no estoy y no estaré. Desde el 2006 me prometo ir, desde que Carole me dijo en 2006 que había que ir, que era su ciudad hippie en aquel tiempo (y la verdad es que me dan como ganas de irme a la Oaxaca de Carole, ¿no?). Fui en mi mente en las fotos de hierve el agua y agoté mi curiosidad averiguando sobre Hierve el agua y de cuando en cuando voy y veo en fotos ese cerro, con una cima llena de agua, a la que he ido sin ir, pero muero por ir. No me importa cómo es, ya me contó algo el amigo de mi papá sobre la belleza de la ciudad y algo sé de mis amigos que viajaron sin mí aunque siempre viajamos juntos, viajan conmigo sus voces porque, pues sí, seguimos siendo cercanos. Y desde un restaurante en Cholula en duodécimo mes del año antepasado, probé una tlayuda y viajé un poco a esa Oaxaca a la que nunca que ido.
Tampoco fui a Barcelona, que no era más que la ciudad anfitriona de L’Auberge Espagnole y aquellas fotos que me habían enseñado volviendo de vacaciones mis queridísimos vacacionistas barceloneses. Pero te iré a ver Massimo, le dije; me dije que yo también iría a hablar con desconocidos y tomar chupitos como mi hermana, mi contraparte con quien la comparación era inminente desde las salidas en mi infancia, vestidas iguales, que nos condenaron a una vida de gemelas sin ser gemelas. ¿Pero qué pasó? Compré mi ida-regreso Burdeos-Madrid por tres semanas, 41 € y dije que ay, ahí después cuadro mi viaje a Barcelona. Resultó ser más caro ir en AVE a Barcelona que quedarme en Madrid, ciudad que me atrapó, ciudad que amé. No sabía que iban a pasar 7 años antes de que pudiese yo finalmente ir a Barcelona, en 2016. Massimo ya no está, solo están sus recuerdos y el fantasma de cuando lo fui a ver, aunque no fui, mi viaje no existió.



Viajes imaginarios a Tokio, Kyoto y Nara 

Patricia Trigueros