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Mis pelis frenchis parte 1

Mis clásicas francesas

Muchos títulos, como Les 400 Coups (1959) de Truffaut, referentes de la categoría que medio-amo, que disfruto, “cine francés”, son cosas que simplemente sé que existen, pero que no conozco. El cine es tan diverso y amplio que son más las películas que quiero ver que las que he visto. Ver más películas significa tener más opciones de dónde escoger y con qué quedarte, apropiarse; y cuando veo las listas (porque veo y leo listas de cinéfilos amateurs en el gran manto del Internet que te coarta tus habilidades de no procrastinar), siento que mi top 10 de películas frenchis es solo un fragmento de todo lo que hay por ver. Y cuando digo mis pelis frenchis hago alusión a aquellas películas que sí he visto y vuelto a amar y que volvería a ver. De las clásicas, estas son las que recomiendo.

Primero y en posición 6 está Belle de Jour (1967). Llegó a mí de pura casualidad antes de un abrazo inesperado. Me la llevé y la vi en un cine-foro entre yo y mi cama. Comprendí como su elegancia y la belleza de Catherine habían pasado de ser imágenes a iconos. Me gustó imaginarme cómo viven las personas con sus fantasías y me gustó el tono de no saber qué esperar con la inocencia de esta Bella de día. Mi mamá insiste en que qué fuerte es la peli y que qué horrible el japonés. ¿Qué llevaba? Buñuel, te amamos.

Le sigue L’année dernière à Marienbad (1961). Es un laberinto. Es una fotografía sublime, en un castillo europeo, con vestuario inolvidable. Nunca me había sentido tan perdida como cuando las voces en off, la narración sobre alguien que busca a alguien que no se acuerda de él, te hacen creer que ya entendiste, pero después ya no. “En tu disco duro externo tenés una película aburridísima en blanco y negro”, me dijeron una vez, con respecto a esta movie.  Todavía no sé qué sucedió en Marienbad, pero que te haga formularte tantas preguntas es el resultado de un buen ejercicio de transgredir las formas convencionales de guion, fascinación de Alain Robbe-Grillet.

Luego, À bout de souffle (1960). La verdad me gusta más la fotografía y el tono que la historia. El sonido también es de las cosas que le celebro. Eso y que es lo único que he visto de Godard así que, bueno, ¿qué te puedo decir? No ha venido otra de Godard a quitarla de esta lista. Está aquí además porque Patricia (Jean Seberg) es emblemática.

Après, de los mejores descubrimientos de mi posadolescencia: La Planète Sauvage (1973), que de hecho es Belga, quizás; de René Laloux, francófona e híbrida a lo Belle du jour en todo caso. Ciencia ficción animada, es de verla mil veces y saborear las miles de interpretaciones posibles y para cerrar los ojos y escuchar la música. Divina.

¿A quién le gustaría hacer una soirée cinéma con algo tan poco alegre como Hiroshima Mon Amour (1959)? Una historia muy fuerte, la fórmula fácil del amor imposible, es el vehículo para contar el encuentro de la historia de la Segunda Guerra Mundial y de la memoria histórica. El guion de Marguerite Duras amplificada cualquier dimensión de la historia de estos dos amantes con barreras, emociones, historias personales, y amarra la memoria histórica de Hiroshima con la de Vichy. Es para sentirse mal.

Y por último, la mejor, la bella Jules et Jim (1962), “you and me, Jules et Jim, what do you say?” Es una obra maestra que junta a personajes cautivadores, como Catherine, con situaciones difíciles de creer e imposibles de recrear. Dos amigos se enamoran de la misma mujer y en momentos de dispersan, pero en otros coinciden. Conviven tantas diferentes perspectivas de cómo vivir la vida y avanza su historia en una línea de tiempo temblorosa que rescata pasiones, dudas, emociones. Podría escucharla en un formato de audiolibro y que me acompañe la voz del narrador hablando de cómo Catherine se echa a nadar en el río Sena.  



Jules et Jim, primera en la fila 
Patricia Trigueros

París, te amo dieciocho veces

Vista panorámica del amor en París.
"París Te Amo es genial, tienes que verla, Pat."

Así me decía mi querido amigo director en una de sus varias recomendaciones de cine hechas a mi medida, a lo que yo respondía que ya había visto Paris, Je T’aime (2006). Recordaba las breves historias que narran encuentros entre personajes en esta ciudad que, de hecho, yo también amo. Recordaba que no me había encantado, como que no todos los cortometrajes -- son 18, si no me equivoco -- me llenaron tanto.

No sé si fue el fantasma del amor en París que me habita, el sentimiento de que era un martes con sabor a lunes… Pero, el punto, es que ayer volví a ver a Paris, je t’aime (con Steve Buscemi, Juliette Binoche, Natalie Portman, Maggie Gyllenhal, Bob Hoskins, y muchos más), y la vi con ojos frescos que reconocieron la belleza de su estructura. Me refiero a que la voluntad de mostrar diferentes cosas que encontrás en París y, a la vez, diferentes cosas que encontrás en parejas, cada corto lleva el nombre y está seteado en un sitio de parís, en un arrondissement. Tanto en la ciudad idealizada como en las prácticas románticas, no todo lo que encontramos es bello y hermoso. Va desde tenebroso hasta trágico y melancólico, pasando por seductor y sensual y llegando hasta decepcionante e incómodo. Hay esquinas feas en París y hay posiciones lamentables en el amor… Y, si me lo preguntás a mí, hay belleza en todo eso, como en Las flores del mal.

En cada uno de los arrondissements de París existen cosas diferentes. Las diferentes historias vehiculan las características propias de París. Cuentan, además del amor y el desamor que mencionaba antes, de encontrarte con tu ídolo en el famoso cementerio Père Lachaise. Cuentan de la comida asiática del 14ème arrondissement y de la soledad, de subculturas de Belleville, de asaltos en Place des Fêtes que me recuerdan a un discurso que escuché… un discurso que decía que una mujer que se baja sola de noche en Place des Fêtes tenía que cuidarse y que en los momentos de asaltos, nadie hace nada… Cuentan de cafés con meseros elegantes y casi que puedo oler la madera vieja y el humo de tabaco… Cuentan del Trocadéro y la vista a la Torre, y también hablan de prostíbulos… De apartamentos que ven pasar a familias que se arman y descomponen, depende del barrio al que vayás… A lo mejor te toque un estudio carísimo en el que buscarás tu vocación y encontrarás un amante, no sé.

Tres de dieciocho cortos me enamoraron y destruyeron, un poco. El primero se llama “Bastille”, es dirigido por Isabel Coixet. No hay diálogo: escuchamos a la voz de un narrador-personaje como de una novela. Un hombre está decidido a dejar a su mujer. Perdidamente enamorado de un joven edecán desde hace un año y medio, predice cada acción característica de su mujer y ya no lo soporta, la va a dejar. Predice que ella va a robarle un trago de su Kir en vez de pedir el de ella, pero no predice que ella iba a llorar justo después, confesandole que tiene Leucemia. Una nueva historia de él y su esposa.

“Place des Fêtes” es una tragedia contada como un poema lleno de imágenes, escenas que vienen y se van, y música, también. Es terrible y hermoso; me gusta más que Bastille. “Tuileries” es animada por el estilo de Los Hermanos Coen, y será quizás mi amor por ellos que sesga mi criterio al ver a Steve Buscemi perdido en una parada de metro. A ese le sigue, en mi lista de favoritos, “Quartier des Enfants Rouges” y, después, “14ème arrondissement”. Pero no voy a contar más detalles, frenando mis ganas de contarlos todos.

Ahora, quiero volver a verla, volver a disfrutar de 18 directores jugando con todo lo que se puede contar de personas en París.

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Confesiones: Casada con Bordeaux vol. 2

Hola, no tener closet.
En el 2006 me casé con una ciudad, y le fui infiel; nos divorciamos en el 2010, como lo cuenta el post “Nostalgia o casada con Bordeaux.” Cuatro años que cobran vida al repasar las cosas que me hacen falta de mi exilio, y también al recordar aquellas cosas que me hacían falta estando allá. Si mi corazón y mi mente estaban divididas entre más de una ciudad, por supuesto que le iba a ser infiel con otros lugares… Pero, en fin, lo que quiero confesar son aquellas cosas que le hacían falta a mi matrimonio con Bordeaux.

Me hacían falta regularmente los atardeceres y amaneceres de enero y febrero de El Salvador. En esta época del año, la seca, son tan bonitos, despejados, multicolor, largos, seductores. Y los perdí, pues mis vacaciones salvadoreñas las tomaba en el período lluvioso del año. Me condené a mi misma a días húmedos y grises, amenaza de lluvia constante. Y, es más, desde abril ya son más vaporosos y más feos los atardeceres que nos tocan. Amo, y extrañé, estos atardeceres como el que vamos a tener hoy más tarde.
Café del Volcán

Me despertaba a menudo los sábados y domingos con ganas de subir al Café del Volcán Restaurante y Jardín Ecológico, sobre el km 20 carretera al boquerón; pues si ibamos y veíamos a mis papás, y llegaban aleros a hacerme barra, tenía una dosis de familia, comida y amigos que contrarrestaba el lado fiestero de mi fin de semana.

Y me hacían falta un trozo de familia y amigos, regados en los alrededores del mundo. Esto, al final, creo que es aún válido. Me hacen falta y quisiera ver a personas que ahorita están en Francia, como me hacían falta personas que están aquí en El Salvador en lo que yo vivía allá. Y están aquellos que viven fuera de ambos países, y el factor tiempo que se encarga de pronunciar los baches de tiempo que separan a los encuentros. Están las visitas, que son la so
family.
lución; y Skype, que es la medicina. Pero, yo no tengo Skype. Sí, me hacía falta y aún me falta tener Skype o equivalente.

Fuera de lo específico que son la familia y amigos que no están cerca, los adultos en general me hacían falta. Tenía 18 cuando me fui y me quedé sin conexiones cercanas con adultos como tías y tíos y papás de alguien, amigos de la familia; nadie mayor cercano que te puede contar anécdotas que empiezan con “hace 35 años…” o “en la guerra de…”. Esas pláticas pueden ser muy divertidas, encontrar puntos de vista separados por la diferencia de edad y juntados por lazos familiares o comparables a los de una familia. No, yo el adulto más cercano era la hermana de un amigo que era 12 años mayor. Y después se fueron sumando encuentros, pero no es lo mismo cuando uno vive en su ciudad de origen.

Nostalgia o casada con Bordeaux

Mis cuatro años en Bordeaux, por ratos, se pueden resumir en las cosas que me hacen falta. La nostalgia viene de la palabra Nostos, que en griego significa regresar a casa. Alguna de mis profesoras queridas, de esas de mis materias preferidas que tuvieran que ver con redacción o lenguaje o algo por el estilo, me habrá dicho alguna vez "Nostos, nostalgie, el regreso imposible, el dolor del imposible regreso". Pero a mí la nostalgia no me duele, me "llena", me enriquece el recorrido de detalles que tuve y tengo, y allí están. Habrán casos menos dolorosos que otros, debo admitirlo. Pero adonde hay dolor hay cambio, hay mejoría, hay más; por eso aprecio esos momentos, también; o no sé, pero ahí voy...
Place de la Bourse, Bordeaux
Extraño la madera vieja de los edificios del siglo 18, o de cuando sean... Más allá del look general de viejo, impuesto por las ruinas del siglo 15 y 16, y las estructuras en el centro de Bordeaux que llegaban hasta 7 pisos... La Grosse Cloche, las iglesias, el camino de Santiago de Compostela... Era vivir la vieja arquitectura, escucharla al abrir y cerrar puertas y ventanas, sentirla en el frío o el calor que penetraba la madera débil, escuchar a los carros y a los mercaderes, pues el sonido de tu barrio traspasa las edificaciones de madera imposibles de calentar en invierno. Estoy segura que todo era amplificado desde mi apartamento de Mme. Marzat, sobre el Cours de la Marne, calle de alto tráfico (todo tipo de tráfico).
Y, hablando de mi barrio, extraño mi panadería y mis panaderos. Así como hay gente que se adueña de sus marcas y se refiere a ellas como suyas, yo me apropio de pequeños negocios y de sus componentes humanos. Mi panadería, Le Fournil des Capucins que mencionan en Lonely Planet, tenía los mejores quiches del mundo (hechos con pâte feuilleté), y la mejor baguette... ¡y nunca cerraba! Llegué a regatear, una madrugada: "¿Cuánto me da por estos 65 centavos que tengo? - Media baguette, cuesta 45... - Pero, ¿y ese pan con chocolate? - Cuesta 85 centavos. - ¿y si le doy 65?".... Fracasé en el intento, y eso que funciona tan bien afuera de Francia, notablemente en mercados de artesanías, según lo que puede narrar mi experiencia. Y mis panaderos: uno era bien buena gente, y el otro era un poco Nazi y pesado. Pero allí estaban, dándome pan a cualquier hora.
Yo no canto, pero canté.


Mi bar: ponían música que a mí me gustaba -- Led Zeppelin, The Kinks, The Doors, The Beatles, Neil Young, The Monkees (como en la época de mi mamá), etc -- mientras los otros pubs ponían Black Eyes Peas... Servían New Castle Brown Ale mientras que en el pub The Houses of Parliament o The Cock and Bull se les acababa.... Era pequeño, y sucio; íntimo y perfecto. Y mi bartender era escocés, y era buena onda. Le regalé un shot glass de Fernando Llort, Premio Nacional de Cultura 2013, traído expresamente desde uno de esos mercados de artesanías de los que hablaba anteriormente. Se llamaba Dick Turpin's, y entramos probando algo nuevo, como cuando canté Young Love de The Mystery Jets en El Connemara... pero eso es otra historia. Hey, new experience. (¿y porqué tanto pub inglés en una ciudad de Sur-Oeste de Francia? Siempre doy una respuesta no-informada, basada puramente en conocimiento superficial: el territorio de Burdeos (Bordeaux), y Aquitania, fueron parte del Reino Unido, por cuestiones matrimoniales, por mucho tiempo; provocó una guerra que duró mucho tiempo también, y un flujo de ingleses, que son acogidos por los pubs.)


Extraño mi cama, la de los últimos dos años: tres colchones uno encima del otro contra la pared, un cubrecama espeso contra cualquier catástrofe natural, y extraño desde allí poder ver un sin fin de películas, pues a la altura perfecta colocaba mi computadora encima de una especie de caja, cine en la cama más cómoda que existe. Hay un texto que escribí, publicado en Cowbird, The Clouds.
Place du Palais 
Extraño las salidas esporádicas a París, una ciudad que fue mi amante al que siempre regresé informalmente pero adonde nunca viví (hasta que me fui mes y medio a trabajar allí). Y en esas idas, podía llegar y sorprenderte si cumplías años y no sabías que yo iba a llegar ese finde, ¿verdad, Mari? Aunque tuve otras salidas esporádicas, y en un tiempo me enamoré de Madrid, sólo con París mantuve mi relación adúltera, poniéndole los cuernos a Bordeaux hasta que Bordeaux y yo nos divorciamos terminantemente en el 2010. Me vine de vacaciones, y volví a recoger mis cosas y a firmar el divorcio (divorcio con el arrendamiento del apartamento, divorcio con la compañía celular, con el gimnasio y su contrato imposible de romper, etc...). Y la(s) despedidas, por supuesto. Al igual que la nostalgia, las despedidas pueden ser más alegres que tristes; hechas para conmemorar, festejar, intercambiar cosas que no decís en otros momentos, y reír más que llorar.

Me hace falta caminar, en especial los días en los que caminaba un montón, pasando a apartamentos varios, descubriendo librerías, escribiendo en cafés. Sobre todo en los días lindos que aunque fríos son despejados y tranquilos. Quizás es en ese clima despejado es que se te cruzan por allí rincones de la ciudad, de Bordeaux, que nunca habías visto. También extraño caminar por el campus de mi Universidad: era feo, no tenía sentido ni estético ni de espacio; no había vida en los alrededores... me encanta.

Quedándome dormida en frente de la Place de La Bourse


Me hace falta reunirme con mi equipo de La V magazine.


Me encantaba cuando venían a visitarme.


Las terrazas de los cafés/restaurantes, sillas de mimbre que combinan con el look clásico francés, son perfectas para conversaciones buenas, y son los anfitriones de muchísimos recuerdos puntuales que varían en cuanto al acompañamiento: a veces eran Mónacos (cerveza Stella y sirope rosado), a veces cerveza, a veces café, a veces café crème.. Y en la misma línea de aire libre, debo admitir que La Place de la Bourse y el espejo de agua era una gran cosa, el espacio perfecto para comer de día o de noche, beber, caminar, amarrar, cortar, reír, llorar, fumar, dormir... ¡todo!

Añoro también la comida, y quisiera regresar en el tiempo para poder comerme todo lo que algún día me ofreció la ciudad y rechazé por vegetariana. La comida y el buen vino; una salida en el centro de Bordeaux regálenme, vaya. Por mientras, escuchemos "S'il te please" en 8tracks.com, mi playlist frenchie.



Hagamos un tour

La palabra tour, según el Diccionario Panhispánico de Dudas, se define como "tour. Voz francesa (pron. [túr]) cuyo uso, en la mayoría de los casos, es innecesario en español por existir distintos equivalentes, según los contextos", entiéndase sinónimo de vuelta ciclista, gira turística, o gira artística... Osea que si hablamos del Tour de Cine Francés en Cinépolis, que este año se presenta aquí en Cinépolis El Salvador en su edición 17, se refiere a varias paradas, películas que visitar, de cine francés reciente. Empezó el viernes 6 de septiembre, y dura hasta el 17 de Octubre... La cartelera para San Salvador muestra los horarios y los lugares adónde se proyectarán 7 películas francesas, y 19 cortometrajes mexicanos. 

Película del Tour hace un par de años
Me acordé de esto el domingo que me preguntaron ¿Será que hay algo bueno en el cine? Está esa del Conjuro, una de miedo... y no, no sé. Pero, ajá, me había llegado un correo a mi Gmail con info de este Tour de Cine Francés, ese periodo de apertura a otras películas y cortometrajes... Como cuando fui a ver Le Hérisson (El Erizo). ¡Cómo me gustó esa película! Mi nostalgia me llevó directamente a descargarla y volver a verla. 

Paloma Josse
Le Hérisson (El Erizo), adaptación cinematográfica del libro que no he leído L'élégance du hérisson, es la historia de Paloma Josse, una niña de 11 años que cuestiona la vida, interesada en el arte y la filosofía. Ve la vida con mucha fatalidad y pesimismo, analizando su alrededor burgués conformado por personajes condicionados por la neurosis y la burbuja en la que se encuentran. Coexisten todos con Mme. Michel, la concierge del edificio que le revela a Paloma su verdadera personalidad... Y vemos cómo la amistad entre esta señora, esta niña y el caballero japonés que llega a vivir al edificio, le enseñan a Paloma a repensar su visión pesimista. Satírica y un tanto romántica, es una película que disfruto ver y volver a ver. 


French stuff

Esta semana incluyó cosas francesas -- como la exposición que está ahorita en la Alianza Francesa de San Salvador y la Fête de la Musique.


La muestra que está ahorita en la Alianza, Rompiendo el Marco, reúne fotos de 17 fotógrafos; es el resultado del taller de Klavdij Sluban, fotógrafo sloveno-francés que la embajada de Francia invitó dentro del marco del Foro Centroamericano de Periodismo 2012. Así fue que se impartió una práctica en El Puerto de La Libertad y la Playa El Tunco, con la participación de Mauro Arias, Rodrigo Dada, Sebastián Suárez, etc. Son fotos tomadas en un mismo sitio pero más allá de eso se trata de una diversidad de tomas, composiciones que muestran diferentes elementos de un mismo ambiente. La intención era reconocer el resultado y además hacer de esta muestra una muestra ambulante que viaje por el país, a rincones conocidos y no tan conocidos.


Y con respecto a la fiesta de la música, hoy desde las 3PM hasta medio noche se estará celebrando en La Luna Casa y Arte: la Alianza Francesa invita a todo profesional o aficiona a un día de variedad de música y demás. Más info aquí. Vayan y me cuentan cómo está, porque yo estoy en México DF.