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Lecciones cumpleañísticas

diciembre 1998
diciembre 2008



Yo llegué a mi casa, del hospital en Honduras, un 23 de diciembre. Debe haber sido un poco raro para todas las parte involucradas tener a una recién nacida allí en Navidad.

Desde que me acuerdo, he vivido con sentimientos encontrados con respecto a mi cumpleaños y con una muy buena voluntad de celebrarlo. El discurso que puede ser egomaníaco que repito, que el 21 de diciembre es el mejor día del año, es en realidad un poco irónico. Querer hacer mi cumpleaños el día favorito de todos es también un esfuerzo por que no lleve el leve tinte de decepción de años anteriores.

Por la época, me jodían las vacaciones. Me encontraba en aviones, muy pequeña, levantándome del asiento y buscando amistad en las aeromozas a quien les decía que hoy es mi cumpleaños. Me regalaron prendedores de alitas y un librito para colorear, y pinté feliz mientras volaba. Habían pasteles con muñequitos, rodeada de adultos, cuando no eran aviones sino tardes chapinas o salvadoreñas. Y cuando venía abril 4 meses después, había una piñata que compartía con mi hermana. Era muy confuso.

Pero cuando me dejaron de hacer una piñata en conjunto con mi hermana en abril (o mayo; todo es posible), se fue normalizando este sentimiento de decepción y falta de compromiso con la causa.

Cuando cumplí 11 años exigí que no hubiera piñata, pero me compraron una de todas formas. Un Winnie the Pooh que me avergonzaba guindó, ignorado, en el jardín de la casa que alquilamos en Guatemala. Al menos llegó gente, entre ellos mi novio de infancia, el único niño invitado. Me llevó un peluche rarísimo. Fue el 10 de diciembre, en vísperas de las vacaciones que me separarían de nuevo de mis amiguitos del colegio [nuevo].

Cuando cumplí 12, el regalo fue mudarme de país y dejar a todo el mundo. Alcancé a ir a pasar un rato (era martes, 1999) a la casa de una amiga, junto a otras amigas, y pedimos pizza… Nos pidieron pizza, porque era lo más fácil para alimentarnos, no porque era mi cumple. “Y tú, ¿cuándo cumplís años?”. Pues, hoy. En la noche, cené con mis papás, mi primo y mis hermanos (y sus parejas). En el restaurante que ellos querían. Al día siguiente, me fui a vivir de Guatemala a El Salvador, con mi primo al volante y mi gato encerrado en una jaula llorando. Sammy, mi gata, vivió traumatizada el resto de su vida.

A los 13 me iban a llevar a almorzar, pero se les olvidó. Llegaron como a las 3 PM porque se habían quedado comprando regalos de Navidad para terceros.

A los 14, ibamos a irnos de viaje ese día y como buen insomne no dormí nada. No pudimos irnos, mi mamá estaba enferma; aprendí esto a las 4h45 AM. A una hora prudente, le avisé a mis amigos (2) de la situación y me acompañaron a ver The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring (2001) en estreno. Rafa, Armando y yo seguimos siendo brothers muy a pesar de que ya tenemos días de no ir al cine juntxs.

Y para mis 15, no hubo nada rosa, ni grande, ni clásico. No sé bajo qué óptica accedí a que me hicieran una cena, manteniendo según yo la esencia del rite of passage latinoamericano muy a pesar de mi outfit negro improvisado. Invité a algunos amigos. Lo que en realidad pasó fue que mis papás siempre hacían una cena navideña alrededor del 14 de diciembre, pero ese año la corrieron al 21. La única foto de mis 15 es de yo en la mesa de las divorcées, más jóvenes que mis papás pero no de mi edad. Las señoras, amigas de mis papás de toda la vida, llegaban con regalos en mano, regalos de navidad para mis papás. Creo que un porcentaje muy pequeño de los invitados estaba al tanto de que era mi cumple.

Los 18 fueron pleitos; una historia de ruptura que casi nunca cuento.

Cuando cumplí 20 me hicieron una fiesta sorpresa, pero no me sorprendieron porque lo intuí. Hubo sandwichitos de piñata, en mi ex-casa allí en Bordeaux/Talence. Hubo, antes, una cita no-cita con un chico que me gustaba y fui a ver una reinterpretación de El Quixote en ballet. Al final, cuando llamó mi papá desde El Salvador, le contestó una amiga y ninguno de los dos captó qué estaba pasando, ya eran las 7 AM hora Francia. Lo malo es que todo el tiempo pasé pensando en un ex, con dolor de vientre, en una nube de hormonas muy difícil de leer.

Los 21 iban a ser épicos, según yo. Ya, adulta. Una mujer sabia. 21 años, el 21 de diciembre, a las 21 horas. En realidad, dejé un angry voicemail a las 3 AM, cogí el teléfono fijo y llamé a El Salvador porque, por la diferencia de horas, Fernanda iba a estar despierta. Soy Paty, felicitame. Y me desperté con un mensaje agrio de “te devuelvo los lentes cuando regrese de Nevers”, en vez de “Feliz cumpleaños!”. Me lo bajé todo con un brunch en una terraza, a 10 grados C; y en la tarde no tenía planes, más que ir a una novena. Era eso o desperdiciar mi tarde de mujer adulta, divina, abandonada. Al día siguiente, sin embargo, hubo una revancha.

A los 22, un martes, exigí un trago con fuego y me lo tomé con una pajilla. Me dormí en una cama de visitas oyendo Janis Joplin y me regañaron el día siguiente porque no llegué a la casa de mi papá adónde me estaba quedando, ni avisé. Not the first time, not the last, pero really no podía dejar las conversaciones de Janis Joplin a medias.

No sé si fue para cuando cumplí 25 o 26, pero yo había planeado algo específico: una ida al mar, barbacoa, una piñata. Pero nadie pudo ir, todos cancelaron (menos 3 personas), y mi novio de ese entonces no quiso gastar dinero en una piñata. Dos desconocidos, voluntarios que estaban de paso, se unieron a la celebración. Hoy es hora que no sé cómo se llaman.

Cuando cumplí 27, el pastel era hermoso y estábamos en San Blas, La Libertad… pero yo había estado triste por meses. Un día más de esconder las ganas de llorar, todo por no querer entregarme al drama.
En 2017, par contre, opté por probar algo distinto: no hacer nada. Cumplí 29 años y aparte de un episodio incómodo con unos antebrazos, no hubo de qué quejarme. Vi a algunas personas queridas; no vi a todo el mundo. Me puse calcetines de bicicleta que me acababan de regalar, la farsa de la Navidad porque no puedo andar en bici. Luego, vino la secuencia de celebraciones de mis 30. Luego, un año después, la más reciente expresión de delgada línea entre vejez y juventud: mis 31. En ambos casos sufrí de crisis post-20’s y las decepciones se hacen entonces secundarias, ante la aflicción real de ansiedad adulta.

Quizás la clave es simplemente no nacer en medio de un 21 de diciembre, pero este año no voy a celebrar mi cumpleaños. No es que el solsticio de invierno sea una mala fecha, es que colinda con La Tragedia de la Navidad: todo lo malo que le suceda a una familia, a un grupo de amigos, a un equipo de trabajo es amplificado por la Navidad y la intensidad de las fechas festivas. Nacer un 21 de diciembre es simplemente nacer con la maldición de la época festiva, pero “feliz cumpleaños y feliz navidad.”

21 de diciembre de 2017
Playa El Sunzal, La Libertad

El París de Hemingway y el de Vila-Matas


París es una


Esto no es un accidente: quiero escribir algo de Ernest Hemingway, porque he leído cosas de él, porque hoy cumplió años. Y aunque últimamente no sé qué día es, revisé en el calendario y sí, es 21 de julio, día que me acordó a lo que escribía Enrique Vila-Matas en París no se acaba nunca. Tuve en mis manos un Fiesta de Ernest Hemingway y dos París no se acaba nunca, y leí y viví el ritmo de anécdotas, el back and forth en la línea de tiempo, los paralelos exhaustivos entre el París de Hemingway y el París de Vila-Matas, mi nuevo mejor amigo. ¿Qué mejor manera de celebrar este 21 de julio que con las frases de París no se acaba nunca? El libro te habla muy abiertamente de una obsesión con Hemingway que empieza en la juventud de Enrique y lo persigue en su vida adulta; y, al igual que París, no termina nunca.

¿Y qué hacía yo en la buhardilla de Duras? Pues básicamente tratar de llevar una vida de escritor como la que relata Hemingway en París es una fiesta.

Hacía lo que Hemingway hizo con Gertrude Stein y, como bien narra la contraportada de mi edición del bolsillo impresa con papel ecológico como producto de la modernidad en la que vivimos, “en vez de codearse con Scott Fitzgerald, Ezra Pound o Pablo Picasso, trata con Roland Barthes, Georges Perec, Isabelle Adjani, Julio Ramón Ribeyro y la escurridiza Paloma Picasso”. Cuenta escenas en las que juegan roles innatos estos personajes de la vida real que no conozco y en su ir y venir le enseñan al narrador-autor acerca del registro lingüístico, de miradas asesinas y de extremos y opuestos. Claro, también hay una escala de grises entre el sedentario que busca moras en el bosque con los nietos y el eterno extranjero-viajero.


Todo se acaba menos París, que no se acaba nunca, me acompaña siempre, me persigue, significa mi juventud. Vaya adonde vaya, viaja conmigo, es una fiesta que me sigue. Ya puede acabarse este verano, que se acabará. Ya puede hundirse el mundo, que se hundirá.

Que se hunda el mundo que se está hundiendo, mientras siguen vivos los lazos que miles, aparte de Hemingway y Vila-Matas, han forjado en París.


Llevo años intentando ser de lo más misterioso, imprescindible y reservado posible. Llevo años tratando de ser un enigma para todos.
Y esta consciencia de la identidad en construcción me hizo pensar (mucho) a un momento en el que le conté a mi diario que ya basta con expresarme tanto: me convertiría en una mujer misteriosa, difícil de leer, en vez de un libro abierto que nadie interpreta bien. Pero a Vila-Matas y a mí nos pasó lo mismo: esta especie de resignación, de entregarte a que parte de tu ser es y será lo que otros ven de vos. Y todo lo que él quiere es que lo vean como Hemingway.

...toda mi juventud y todo mi verano cabían en ese momento de mi vida y muerte, cabían en esa rue Amyot de París…

Los momentos tienen dimensiones: son un espacio medible, como un párrafo que se mide en línea, como una gaveta, un cuarto, un 65m2 en el que viví por dos años… Son esto que describe Vila-Matas con el verbo caber, espacios en el que se vacían los hitos personales que acumulamos, que llevamos guardando, que se vuelven nuestra maleta, el equipaje que no todos pueden cargar.

Creo que en esos días yo daba la espalda al mundo, a todo el mundo. Sin lectores, sin ideas concretas sobre el amor ni la muerte, y para el colmo escritor pedante que escondía su fragilidad de principiante, yo era un horror ambulante.

Pocas cosas son tan hermosas como la humildad de reírse de uno mismo, que vemos maquillada con la ficcionalización y la retrospectiva a lo largo del libro. Este tono, la ironía y la autodérision hacen que las escenas a las viajamos con Enrique en sus recuerdos y referencias a lecturas no sean solo alguien que se jacta del privilegio de tener un París que se acerca más al de Hemingway que el de tú y yo.

Me gusta tanto lo que hay en París que la ciudad no se me acaba nunca. Me gusta mucho París porque no tiene catedrales ni casas de Gaudí.

Me gusta tanto esta frase, no solo porque me gusta tanto París que puedo ir al París de varios autores y hasta al de cineastas y no me aburre, no se acaba. Me gusta mucho porque me hace ver París con ojos que no son de París, que se acercan a los míos que tampoco son franceses; y veo esa Barcelona que yo no puedo ver, porque mis ojos no son los de Enrique Vila-Matas que ha visto esa ciudad toda su vida.

En la Barcelona mojigata y franquista de la que yo venía era impensable ver a una mujer sola en un bar, y ya no digamos leyendo un libro.

Y veo que sus ojos no acostumbrados a una mujer sola, con el tono que me enamora, me acuerda a que acostumbramos ver en El Salvador. Y el primer adjetivo para describir a la ciudad, fantástico.

Qué horror. ¿Acaso ya no sé estar conmigo mismo? En el colegio me decían que, según Erasmo, quien conoce el arte de estar consigo mismo nunca se aburre. Parece que yo he olvidado ese arte.

En un bus de 9 horas me dijo mi amiga, la Mae, que no puede aburrirse el que maneja el arte de estar consigo mismo, visto desde la pantalla de un Samsung, en 2010. Me alegra mucho saber que hay un paralelo entre una ida a Managua y el colegio de Vila-Matas. Ah, aparte de que él lo dice en el contexto en el que describe la depresión hija del demonio que uno atraviesa cuando está solo, aislado, perdido y un poco cansado ya de varios días de cambios; cans.



Todo se acaba, mi estadía en París también, "menos París que no se acaba nunca"
Patricia Trigueros

Carta a Diane Keaton


Annie Hall... que diga, Diane Keaton.
Yo también quiero celebrar el cumpleaños de Diane Keaton, alguien que admiro por su trabajo y personalidad, además de reconocer la belleza y el estilo que también caracteriza. A ese rostro lo conocí en mi infancia, viendo una y otra vez Baby Boom y El Padre de la novia, comedias en la que aparecía la voz reconfortante de una actriz madura. Esa misma que luego aparece en papeles similares de una madre seria, levemente neurótica y tensa que libera comedia de situaciones, gestos e, incluso, ternura. Hablo, claro, de The first wives Clubs (con Goldie Hawn y Bette Middler) y Something’s Gotta Give (con Jack Nicholson) de Nancy Meyers, por ejemplo. Son hechas para verlas con mi mamá o con mis hermanas, o junto a alguien que tenga mamás y hermanas como las que se ven en las comedias de Diane Keaton. He visto y vuelto a ver su esencia, la misma energía con la que canta You Don’t Own Me en The first Wives Club, escena que en mi infancia me dejó con ganas de yo también formar parte de un club de divorciadas/primeras esposas.

En mi adolescencia y posadolescencia (cosa del pasado, pues a mis 27 años ya me puedo autodenominar Adulta) descubrí de dónde venía este ícono de la moda, una actriz que con el pasar de los años no perdía uno de los diferenciadores de su manera excéntrica de vestir, porque no perdía su personalidad, su sentido del humor, su inteligencia. (De hecho, hoy en ManRepeller.com hay un artículo y fotogalería interesante acerca del estilo y la moda de Diane Keaton). Su carrera pasa del canto en nightclubs y teatro al cine en los 70’s. Ella protagoniza y co-protagoniza grandes historias, encranando personajes emblemáticos, desde Kay en El Padrino de Frances Ford Coppola hasta Annie Hall, una de las 8 películas que filmó con Woody Allen.

Yo usando un cuello de tortuga debajo de mi camisa de botones a lo Diane Keaton

Mary, gozando. Manhattan, te amo.  
Era su musa, dicen. También fue su amor. ¿Qué pasaría si vuelven a hacer algo juntos? No sé, pero sé que Diane Keaton hace el trabajo cómico de ingenuidad y absurdidad tanto en Sleeper como en Love And Death, nos deja ansiedad en Interiors, y enamora en Annie Hall y en Manhattan. Annie en Annie Hall es una mujer libre, joven, que se ríe de ella misma y se acepta como la misma actriz fuera de las cámaras. La relación que Annie tiene con Alvy Singer es la coalición de dos generaciones distintas y su bagaje cultural, dos polos como Nueva York y Los Angeles, que encuentran como crecer juntos hasta que las diferencias los separan. Inteligente, romántica y casi trágica, como suele pasar todos los días. Es una bella colección de momentos e imágenes a conservar y a renovar en el entretenimiento que le siguió. (O por lo menos eso creo, porque yo disfruto del cine de Woody Allen y de las correspondencias entre su obra y las comedias o dramas que le siguieron, como en el caso de Le Nom des Gens). Y, aparte de mezcla entre lo visual y lo sonoro de Manhattan, la historia que se desarrolla no fuera igual de no ser por el personaje de Mary, tan inteligente y tan fuerte, tan en contraste con las mujeres que parecen formar parte de Nueva York. Mary es crítica, académica, culta, platicona, editora y escritora. Y dentro de su ritmo trabajador y su historial amorosa, aún encuentra soledad y vacíos, sin jamás estancarse. Vestida de pantalones acampanados, blazers y camisas de botones, con el frizz de su pelo, es natural como atrae la atención de varios hombres sin tener que acoplarse a ningún estereotipo de belleza o roles.

En mi búsqueda por ver a Diane Keaton en la pantalla reducida de mi computadora portátil, pasé por más títulos, y alguno que otro que no valen la pena. En esas estaba cuando vi un clip de Looking for Mr. Goodbar (1975), una escena breve de un fracaso amoroso entre una estudiante y un profesor universitario. Nueva York, los 70’s, liberación femenina y amoríos; según yo. Luego, vi a solas una madrugada una película (buena, pero) horrible, que va escalando, acerca de una profesora de primaria que encuentra en discotecas de la ciudad relaciones violentas, abusivas, y otros vicios. Veanla sol@s en la madrugada y sabrán del mal sentimiento del que hablo.

Un día la oí decir, en una entrevista, de que la razón por la cual permaneció soltera fue por su carrera y su incapacidad de sacrificar algo. Explicaba también que venía de una época muy marcada por las presiones sociales, los roles de género, las exigencias que hacían incompatibles una carrera con un matrimonio. En otra ocasión dijo que eso de La Solterona es un mito. Diane Keaton nació en 1946 y hoy cumple 68 años de vida y no-sé-cuántos de darle vida a personajes femeninos únicos, carismáticos, encantadores y libres. Inspira no a seguir sus pasos, sino a ser uno mismo, siempre.

La violenta dramatización de la novela Looking for Mr. Goodbar (1975)


"Happy birthday, Marilyn" Watchlist

Belleza contemporánea
El universo de la televisión (“the idiot box”, como le decía Spero Anargyros, último esposo de mi abuela) puede ser un espacio oscuro y perturbante en el que se cruzan referencias, doblajes, géneros y, peor aún, películas B. Peor son los reportajes amarillistas sobre el chupacabras en los 90’s y los documentales sobre OVNIS y encuentros cercanos del tercer tipo, sí, O.K., pero no cabe duda de que las películas B pueden ser lastimar el alma con su fotografía pobre y luz pálida, las malas actuaciones, las tramas que pueden variar desde un tornado con tiburones hasta un poner de moda los embarazos adolescentes, y el sabor a fracaso cinematográfico. Y a mí me atrapaba, todo lo anterior: en un descuido de ver unos 5 minutos… yo ya estaba que quería ver qué pasaba después.

En una de esas horas de TV addiction, me eché una B movie sobre la vida de la Marylin Monroe en el canal Hallmark, fuente de cosas extrañas llenas de estrógeno que a veces pasaba cosas buenísimas como Mermaids (1990). Aprendí sobre los trastornos de la vida de Norma Jean no-sé-qué, el verdadero nombre de la actriz conocida por su belleza y sex appeal, el ícono pop que retrató después Warhol. Eso: su personalidad se volvió icónica, un referente, como lo podemos ver en esta frase de la segunda temporada de Mad Men: "all women are a Jackie or a Marilyn". Y no sólo era una cara bonita, digo yo. Aprendí al respecto, claro, a medida fui viendo mejores películas que esa bio flick de bajo presupuesto.
  • The 7 year itch (1955) Esta fue de las cosas buenas que me trajo mi TV Addiction de la década de los noventas: una comedia muy linda sobre la tentación y algo de ingenuidad. Es esa ingenuidad que hace que tengamos en frente una atracción o conexión y aún así pensemos que siempre será igual de inocente que cómo empezó. Claro, es en esta movie en la que vemos a Marilyn evitar que se le levante el vestido blanco, una noche acalorada de Nueva York. 
  • Some like it hot (1959) No solo está en el Top of mind cuando hablamos de travestirse en el cine, sino que deja la huella de una de las mejor canciones en el cine "I'm thru with love". Sin esto, no existiera Everyone Says I love you de Woody Allen, y ¿qué habríamos, entonces, cantado Carmen y yo al lado de la Seine en París?
I'm through with love, I'll never fall again / Said adieu to love,
I'll never call again...
  • All about Eve (1950) La descargué y la vi en español de España, tal como aparece al principio de Todo sobre mi madre (1999): Eva al desnudo. Es que, creo, lo que pasa con las pelis así de buenas, con personajes desgarradores y drama inteligente: son buenas aunque no estén en su idioma original. Allí aparece Marilyn brevemente. "¿Será ella?", pensé. Y lo era, cuando era desconocida, en un rol insignificante, filmando escenas que le costó filmar por estos mismos trastornos que la perseguían, y suficiente presencia como para que todos afirmen que qué guapa esa mujer.
  • Wayne's World (1992) Fue de mis VHS que más vi, que aún amo, cuyo guión puedo citar y personajes imitar. Es chistosa, astuta, original, auténtica: no pretende ser algo más que un largometraje de pedazos de comedia, basado en personajes un poco absurdo; que por largo incluye la libertad de integrar a Alice Cooper, hacer parodia de Laverne & Shirley, etc. Una escena que disfrutaba muchísimo es ver a Wayne imitando a la Marilyn Monroe, cantándole Feliz cumpleaños a Kennedy. (Ah, por cierto, ¡feliz cumpleaños, Marilyn). 

  • My week with Marilyn (2011) Un ensayo reciente que cuenta la historia puntual de uno de los muchos amoríos, es una película entretenida y emotiva, pues vemos la sensibilidad de la actriz que, combinada con su atractivo, enamoraba.
  • Los abrazos rotos (2009) Suena mejor en francés, ¿no? Les étreintes brisés. No, no se trata, ni sale, Marilyn Monroe pero sí, en algún nivel, se trata de la fuerza de atracción de la belleza física, esta mezcla de elementos tan agradables a la vista que establece parámetros. Belleza que te hipnotiza, no belleza de la que más me gusta que sería la belleza paradójica a lo Las Flores del Mal. En la relación del cineasta intelectual y el personaje de Penélope Cruz, quien usa la peluca de pelo-blanco-corte-Monroe, lleva el eco de la historia entre el autor Henry Miller y Marilyn. 

Así que, eso: Marilyn es más que las películas en las que actuó. Está regada en muchas más, y en las relaciones que tuvo, en la época de Mad Men en la que aparecían esos estereotipos sobre el o los roles de una mujer. Y, para terminar, recomiendo también fijarse en Moulin Rouge! de Baz Luhrmann: Satine interpreta muy bien Diamonds are a girl's best friend, legado de Marilyn que arranca esta película que o de odiar o de amar, sin intermedios. Y, pues, si no tenés tiempo de ver una peli, siempre estará el video "Material World" de Madonna, una de las que más me gustaba cantar en mi infancia. (Ajá, por que así aprendí inglés a los 4 años: cantando todo el CD The Immaculate Collection de Madonna. Hay testigos, pero, esa es otra historia)

PS. Pregunta existencial: ¿Qué habrá sido Madonna todos estos años sin la influencia de Marilyn?


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Miscelánea: Dos años en la vida de Paty Stuff

Hoy hace 111 años se funda el se funda el Club Atlético de Madrid, en la ciudad de Madrid. Y hoy hace 2 años publiqué mi primer post en Paty Stuff.

Era una clase de primer año (pero no de mi primer primer año, sino el de otra carrera) que empezaba a las 7 de la mañana en la que hablábamos de la evolución y las características de las generaciones, del contexto tecnológico en el que crecimos, de cómo nos comunicamos ahora, y un montón de cosas marketing y nuevas tecnologías (#MónicoTICS) Allí, desarrollamos varios trabajos y proyectos interesantes y quiero creer que como fruto de esa clase me quedé con una amistad valiosa, con CeSaints. También me quedé con un proyecto que hoy cumple dos años: Paty Stuff, reseñas y anécdotas.
Candelas alusivas al cumpleaños de mi blog
"Tienen que crear su propio blog."
Well, damn. 

Ya había estado coqueteando con la idea de empezar de nuevo un blog, como para tener un escape creativo (expresión que nunca ocupo) o algo, una plataforma en la que podrían ir a morir lo que podría ser luego muestras de escrito, o ejercicios de estilo, ¿o no? ¿Porqué no? Pero fue hasta que me topé con esta exigencia que le di más pensamiento. Y, como no habían triunfado ni mi blog literario ni el que le siguió sobre textos y anécdotas, aún sin entender mucho de los vaivenes del mantenimiento de un blog, me fui por probar algo que no había hecho ante: "un blog más cultural", pensé. Escribir sobre producciones artísticas, culturales; cine, música, letras, diseño... que yo haya visto, que sean de aquí, promoverlas, pero con mis propios gustos y no reportajes objetivos. Paty Stuff son las cosas que llenan mi tiempo libre. Es bien yo, pero no se trata tanto de mí. Bajo esas premisas y ese enfoque empecé, y me fui.

"Pues dale, metele el tiempo que necesite que vale la pena" me dijo Paula Álvarez, entre otros consejos buenos y alentadores. Gracias, Paula.

Con el tiempo, ha mutado. No entiendo muchas cosas (casi nada) del manejo y el diseño de un blog, pero allí voy. Me enfoco más en el contenido, pues ya no son solamente espacios reservados a reviews sobre lo que está pasando aquí en El Salvador. Tengo la libertad de incorporar un mito sobre porqué el vino te da dolor de cabeza (inspirado en una clase de Milton Rodolfo), reglas de etiqueta de cómo comportarse en redes sociales, una guía de comedias románticas (afición compartida con mi estimable Ana Yancy), una crítica a la dependencia al maquillaje, mapas de mis puntos de referencia... y no sé qué idea voy a querer compartir mañana, pero sé que siempre hay nuevas maneras de hacer una misma cosa, y que aquí puedo subir y compartir diferentes maneras de contar diferentes cosas, y ojalá Paty Stuff siga cumpliendo años, incorporando también el feedback y las ideas que me regalen.

P de Patricia y de Paty Stuff
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