Lo que hubo en Nicaragua

¿Cómo me visto para Nicaragua?
el quiosco de Granada, Nicaragua

Por alguna razón los parajes verdosos hacia el oriente del país le traen recuerdos de Nicaragua y de aquel viaje que sucedió una vez, con mucha organización por parte de una líder y cooperación de las partes involucradas.


—¿Te acordás de cuando nos fuimos a Nicaragua, Ulises? —preguntó retóricamente, con la imagen clara de él y ella comiendo en el mercado de San Juan del Sur, visión del pasado yuxtapuesta por encima de la vista al volcán Chaparrastique ese día.


—Sí, me acuerdo. Fue bien chivo ese viaje.


Hacía mucho desde que ellos, los exviajeros, no hacían el ejercicio de recopilar los diferentes sucesos del viaje e inundaron el carro con las anécdotas de cuando a ella le dijeron que si el mal karma matara, ella estaría muerta; de la vez que la líder fue insultada y en su defensa atacó con una botella de agua, con un “¿¡Cómo me dijo?!”....

—Éramos un vergo, ¿veá?—preguntó de nuevo ella, recordando los rostros y los elementos memorables.

—Iba una mezcla de personas. ¡Estaban todos!

Eran 13 personas, según sus recuerdos. Un medio tico, un nica, una chapina, un hondureño y el resto, salvadoreños ignorantes que dependían de la iniciativa de la líder quien había reservado hostales, transporte, buses y tenía mapeado lo que había que ver, a grandes rasgos. Y así como estaban todos, hubo de todo un poco (y lo vamos a contar con el verbo haber).

Hubo un viaje en bus que arrancó en un espacio amorfo entre las 3 y las 4 de la mañana, para el cual había que ir preparado con una camiseta cómoda, de Marvel, una almohada para el cuello. También había que llevar accesorios clave como un Kindle, . “Yo traje tenis para salir a correr en Granada y un mat para hacer yoga en San Juan del Sur”, quise creer pero mi compañero me dijo que estaba loca, que no iba a hacer nada de ejercicio… y hubo café de 25 centavos en la frontera de Honduras, en un changarro al lado de la tienda que nos vendió alcohol libre de impuestos… Y yo ya no entendía cuántas horas habían pasado, pero ya era de noche cuando llegamos a una calle agrietada de la ciudad de Managua y nos subimos a una Coaster que nos llevó a Granada, al hostal Oasis con sus paredes altas amuraladas (del verbo inventado amuralar, que significa pintar con murales.) Nadie entendía cómo funcionaba, pero pasamos de una caminata agradable por el pueblo colonial a estar sentados comiendo frituras y tomando micheladas solo un tanto decepcionante… y cuando hubo un apagón y ya toda la ciudadela estaba oscura, nos fuimos a tomar Toña en el Hostal Oasis. Vacaciones, descanso, pensé yo… mas no contaba con que la líder había puesto la alarma a las 7 y nos dio órdenes de alistarnos hasta desayunar en la plaza que no se cómo se llama….

Hubo un movimiento en contra de la líder, que se resume en cervecear todo el día en la piscina del hostal mientras otros se asomaban al lago, a las isletas. Hubo un robo, o una lección del universo diciéndonos que no nos aferremos a nada material. Y, sedada por que mientras cerveceábamos estaban fumigando, me subí al busito de nuevo, esta vez rumbo a San Juan del Sur, lugar en el que les advertí a todos que pensaran bien qué hacían en San Juan del Sur, porque nos quedábamos 5 días allí. El busito lleno de esta mezcla de personas cantando algún pop ochentero o reguetón fue como una versión tercermundista de la escena de “Tiny Dancer” en Almost Famous y, aunque tenga la imagen muy presente, no consigo recordar qué estábamos cantando mientras seguíamos cerveceando.

Pasamos por el campo de energía eólica, una serie infinita de molinos blancos de viento que me perturban, me hacen recordar información aleatoria, que recibí en momentos inconexos, que a su vez me hace pensar que esas cosas alteran tu percepción de la realidad. ¿O será solo la impresión de esas cosas gigantes, en medio de estos extensos parajes verdosos?

Había un atardecer moradoso cuando llegamos al Hostal Esperanza, frente a la playa de San Juan del Sur. Había cerveza helada, para mientras se alistaban las niñas que durmieron en un cuarto de 7 personas. Hubo descontento que hizo que una pareja cambiara de hostal, negándose rotundamente a la promesa de calor sin aire acondicionado. Yo encontré satisfacción en el calor pegajoso, la hamaca, el cuarto de niñas, la mesa de picnic, el perrito cachorro que se hizo mi amigo, la facilidad de caminar a todos lados, los precios baratos y los tragos de Ladie’s night. Lo malo es que un shot de Jägermeister no va conmigo y que las buenas ideas que tuve fueron, al final muy malas.

Hubo un after pequeño en el Joxi, una ida en velero que te obliga a tirarte a mitad del atlántico para nadar a la playa y así ceder al vaho del sol y la arena… Hubo exceso de jugo de granada, queso frito, plátano frito y también exceso de sol, pieles quemadas. También hubo invitaciones a un after a El Machete, que no acepté; y una serie de conversaciones que variaban según iban sucediendo // Lo que hablábamos con la Web en el bar, señalando al tipo de la camiseta que decía Blondie, las cervezas en la playa con amigos de mi hermano y también un personaje fuera de lo ordinario, las lecciones de surf de las que alguien fue partícipe a las 6 am, la orquesta imaginaria, los regaños, el “a mí no me gusta leer, me gusta tomar” en contraste con anécdotas de Vargas Llosa // y ¿cómo olvidar cuando a la líder le dio por hablar como Nicaragüense?

Y había que regresar, decirle Salú a San Juan y ver cómo nos entreteníamos en Managua, antes de coger el bus a las 3h30 am.


Saint John of South
La locura


Patricia Trigueros

Paty Trigueros

105 lbs, Sagitario, 1m56. Paty Stuff son las cosas que llenan mi agenda, las reseñas y anécdotas que lo recuentan. Hablo español, inglés, francés y spanglish. Me exilié en Francia por cuatro años y al regresar caí en copy publicitario, entre otras cosas. Redacto, escribo, traduzco, me río, tomo mucho café, soy una fumadora de medio tiempo y como como señorita pero tomo caballero.

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