abril
El preámbulo de abril empieza con cumpleaños. Abril en mi infancia era confuso, porque es el mes de cumpleaños de mi hermana y nos celebraban el cumpleaños juntas (piñatas elaboradas, con decoraciones que hacían juego con mi vestido de panal). Me daban un regalo y yo, en respuesta, contestaba que Gracias, pero cumplí años en diciembre. Luego, me convertí en una preadolescente que leía revistas hechas a la medida de mi hermana mayor y me dijo, un ejemplar de YM, que como sagitario yo estaba destinada a ser amiga de los signos de fuego como Aries, como mis amiguitas cercanas que cumplían años justo en abril. ¡Esto es tan real! Y abril cobró ese matiz cumpleañístico de celebraciones ariesianas e idas al cine, a ver Dante’s Peak y bailar como en Stepmom, película conmovedora de nuestra generación. Ahora ya crecí y abril también se hizo adulto, aunque siempre le queda la ropa de este aura a Semana Santa, a que va a llover en cualquier momento, a que nos tenemos que ir de la ciudad porque el calor nos acosa.
Y hoy los cumpleaños siguen, pero pasan de abrazo sentido a mensaje directo a llamada telefónica a felicitación ilustrada a, no sé, diferentes formas y tamaños personalizados. Lo que un año fue una charla extensa hasta las tres de la mañana de aventuras anticlimáticas de tinieblas y príncipes, este año fue un brunch amimosado (def. Amimosar: 1. animado por la espuma de mimosas) seguido de una conversación y convocatoria más grande, abierta a que todos le recordemos, ¿verdad, Milton? Y con Dada ya no brindamos en El3ments bailando cheek-to-cheek (con menos clase que en Top Hat, sin la gracia de Fred Astaire)... No, hoy hablamos en Benito hasta que nos hagan mala cara y luego cenamos con todos y nos quedamos apantallados por el pastel más maravilloso de todo San Salvador: tenía milhoja, relámpago, crema, torta pastel, caramelo y chocolate.
Abril tiene el color de la intersección entre el maquilishuat, el cortés blanco y la jacaranda, y la flor de fuego también, alfombrando el asfalto quebrantado. Es un anuncio de que no tenemos nada que envidiarle a los Cherry blossoms que Murakami me describió, y de que ya van a agarrar fuego los árboles de fuego sobre las carreteras, follajes que extienden el rojo hasta que llenarnos los ojos.
Abril sabe a aguacate. Aguacate en los tres tiempos de comida. Un brochazo verde y delicioso en el lienzo de cualquier menú. ¡Quiero @masaguacate!
Abril tiene cara de las carátulas de Alfaguara: del nuevo libro de Sergio Ramírez, Sara y de Cinco Esquinas de Mario Vargas Llosa, que le compré a mi abuela en una ida a la librería internacional (“[...] es tremendo!”, dice). Tiene cara de Centroamérica Cuenta y de su presentación del 6 de abril, en el conversatorio (que se llenó) “Memoria que nos une” en el Teatro Luis Poma. Élmer Menjívar moderó la conversación entre Jacinta Escudos, Miguel Huezo Mixco y Sergio Ramírez. Y así fue que diagnosticaron el panorama literario de la región y su potencial, con reflexiones sobre la diversidad de lectores que no hay que subestimar y la evolución de la lectura. ¿Vamos a alcanzar a ver libros interactivos? El festival Centroamérica Cuenta se esfuerza por consolidar iniciativas a nivel regional, a través de intercambios profesionales y exposición, según estándares y rigor internacional.
A Sergio lo conocía por sus textos y de vista, cuando habló en la presentación “Ecos de Cortázar en la FIL”. Presénteme a Sergio, le dije a Jacinta Escudos, justo a la salida de la presentación en el Teatro Luis Poma. Que soy de sus escritoras, dijo Jacinta; soy de sus talleres (como el de personajes que está hoy en curso en La Casa Tomada Sv.) Me dio un abrazo, platicamos, me presentó a su esposa y me fui con saludos para mi familia, pero sin haberle pedido que me firmara mi Margarita, está linda la mar, que andaba yo paseando, en mi cartera, con ese fin.
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