Mi primer viaje a París

Separador de libro
Para la colección
Comprado en París, marzo 2005


Mi primer viaje a París o la sabiduría estúpida



Mi primer viaje a París fue absurdo: muchas cosas se salieron de las líneas de lo apropiado y sensato, o es solo que sirve de pruebas de lo estúpida que soy, (pero aún las fallas son parte de la revolución, según el último discurso de Xi Jinping…)


Creo que la mejor manera de transcribir los altibajos sin sentido es mencionándolos,

mencionarlos casi solos,

casi

como versos.

Esperamos como 7 horas en Miami y perdí mi maleta de mano 3 veces.

Éramos 30 personas subadultas y creo que nadie entendía qué estaba pasando, qué significa dormir en el 13ème y bajarnos en Porte d’Italie y agarrar la línea 7 en dirección a Villejuif, o la otra, peu importe.  La línea 7 es rosada, el camino desde el hostal está como bien, pues, equis; y nos bajamos en Châtelet a cada rato.

Cuando nos bajábamos en Châtelet, no entendía nada. Entendía que era en el centro, que había un teatro, fuentes, y un montón de cosas grandes al otro lado de la Seine, y reconocía, una y otra vez, que la ciudad era muy linda (Gracias, Haussmann).

Y había una oficina de correos por allí por Châtelet, casi a la par de un Tabac; y los grises y amarillos de la oficina de correos me veían. Siempre me veían fijamente, y el rótulo "La Poste" también; me veían y me decían que me metiera al Tabac, comprara una postal y entrara a enviar correo a mis compatriotas.

No lo hice.

Usábamos boinas, mi roommate y yo; en Châtelet. “¿Quién nos dijo que eso era cool? Eran tuyas, Paty…”


“Siempre quise ser un niño del siglo 19…” – Parte de mí

Notre Dame no cabe en la foto, y  menos  si somos 30 subadultos… y el recorrido interior es
(Nunca he vuelto a entrar a Notre Dame, y “(le) nôtre” es mi pronombre posesivo favorito en francés).

Me ponía mal 
en el buen sentido 
la cantidad de parafernalia y memorabilia al lado de la Seine, junto a puestesitos amabablemente llamados “bouquinistes” (cuya escritura fonética es un beso, bu-ki-nist.)

No sabía que se reproducía y multiplicaba esta memorabilia, tantas imágenes en forma de pósters y souvenirs, en las faldas del 5ème y a lo largo del recorrido desde Pigalle, frente al Moulin Rouge y el Sexodromo (5 pisos de sexo, el paraíso de todas las preferencias y fetiches) y cuando subí (o más bien vi y luego subí) el Sacrée Coeur (no los 5 pisos del Sexodromo) me quedé atónita con los detalles de la cúpula y la vista. Me tomé mil fotos. Me fui a vivir a un apartamento con vista, en mi mente. Bajo de mi apartamento imaginario justo a la Place du Tertre, pero esto lo empecé a aprender, y no lo aprendí del todo, en mi primer viaje a París.

Busqué retazos de Henri de Toulouse-Lautrec por todos lados.

Entré a una tienda que queda en la esquina opuesta al Pompidou y escuché musiquita que nunca había oído y pregunté ¿qué es esto? Y me llevé mi copia de In Between Dreams de Jack Johnson. Me parece que es algo completamente 2005 de mi parte y me comprometí enternamente a esos sonidos indies y caseros.

Y a mi amiga con quien compartimos un amor por In Between Dreams, le perdí un suéter que me había prestado. Íbamos, mi estupidez y yo, subiendo las gradas de Arts y Métiers, línea 11, cuando me di cuenta que no tenía ese suéter. Sentí agobio y culpa. La línea 11 del metro de París me regresa ese feeling.

¿Qué más?

Fui a un restaurante caro afuera de la Ópera Garnier y me pedí una sopa y una coca de 4 euros, intimidada y fuera de lugar.

Fui a ver danza contemporánea (“Wolf”) en la Opera Bastille y no entendí, ni lo aprecié.

Fui a un tour de todo el teatro de la Opera Bastille, sus estudios de producción y diseño y escenografía, la logística, la ingeniería, la capacidad… y sí lo aprecié. Lo amé.

Fui a un tour de un teatro pequeño y era muy rudimentario, en comparación. Eso, y la obra que vimos de Sade que regresa de su tumba, a un mundo en el que el papa es una mujer, también lo aprecié.

Me estaba quedando dormida en el Louvre. Llevaba, para ese entonces, 10 años con problemas de sueño.

Me enamoré del Instituto del Mundo Árabe (Institut du Monde Arabe) y quería salir corriendo de Musée Guimet.

Me perdí.

La primera fue la primera noche y, luego, buscando a mis compañeros y la visita de la alcaldía. Busqué la alcaldía, pedí direcciones y me topé con antipatía, y cuando llegué a la imperdible fachada de Hôtel de Ville, me enteré que la cita era en Levallois, otro municipio. Hoy no se me olvida ese puto municipio, entiendo perfectamente cómo luce y qué implica.

También le perdí la billetera a alguien.

Y le cogí un cariño anormal a la estación Cluny-La Sorbonne y al museo de la edad media al cual nunca entré.

Caminé hacia (o desde) el Barrio Latino y vi las nalgas de Notre Dame iluminadas y reflejadas en la Seine y dije “quiero venirme a estudiar aquí y hacer esto todos los días”. Y andaba puesto un cuello de tortuga morado, de las cosas más feas que jamás me he puesto.

(Boinas, cuellos de tortuga morados, pants adidas y gorras con logo, con alguna bufanda linda y zapatos Puma. Todas las decisiones eran malas.)

Me zampé una inyección antigripe antes del viaje y pasé enferma la mayoría del viaje, de esas gripes multisíntomas, un apogeo de mocos y flema y fiebre y palidez general y muerte, Our people are dying, Senator.

Nunca más me vuelvo a poner una inyección.

Prometí nunca volver a comer comida de cafetería francesa.

Ah, y me gané una buena nota porque identifiqué el ingrediente secreto en un pastel. “Cointreau”. No sé si la sabiduría venía de mi experiencia culinaria o alcoholismo prematuro, pero adiviné e impresioné a mis camaradas. Soy sabia, pero estúpida.

Las escenas de Le fabuleux destin d'Amélie Poulin  ahora huelen a las brasseries que conocí en 2005, perfumadas por la infraestructura envejecida y la vigencia del exceso de tabaco y humo.


Chunches
Con los que regresé de mi último viaje a París
Julio 2016
Patricia Trigueros

Paty Trigueros

105 lbs, Sagitario, 1m56. Paty Stuff son las cosas que llenan mi agenda, las reseñas y anécdotas que lo recuentan. Hablo español, inglés, francés y spanglish. Me exilié en Francia por cuatro años y al regresar caí en copy publicitario, entre otras cosas. Redacto, escribo, traduzco, me río, tomo mucho café, soy una fumadora de medio tiempo y como como señorita pero tomo caballero.

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