Semanas laborales

Semanas laborales versión 1 

The Grand Chalatenango Hotel
Abuso de sustancias: budín




Un poco antes o un poco después del 15 de noviembre de 2014, renuncié a mi trabajo de aquel entonces. Me levanté del escritorio que compartía con los creativos, en el cual ejercía mi labor de ejecutiva de cuenta polivalente y copywriter, y exclamé: –¡Soltera! ¡Sin trabajo! ¡LIBRE!

Alcé los brazos dramáticamente y todo.

Regocijo genuino, del que solo se accede sin cadenas. Un pequeño baile de cachiporrista amateur.

Lástima que a las pocas horas estaba en una cita romántica, y me habían escrito solicitando mi portafolio (que no existe, solo existe una versión mediocre como sustituto para satisfacer la necesidad de los contratistas)… Ese fue el día que fuimos al Teatro Luis Poma, en víspera de un viaje de 17 días en pareja – creo que [eso] no cuenta como soltería, no del todo. Empecé a trabajar en otro sitio al volver de Guadalajara, con un ejemplar de Escritos para desocupados en mano.


Fueron pocas las horas de libertad, en los años de mi trabajo en agencias, plural, poligamia laboral, multiamores en las palabras.

Seguí trabajando en otras dos agencias y así sería mi vida por largo rato más, hasta que decidí renunciar (de nuevo), y cortar (de nuevo) y enumerar y costear los servicios que serían mi fuente de ingreso. A lo mejor así me acercaría más a lo que más me gusta. A lo mejor atraigo proyectos editoriales, como mi actual Papalota Negra. A lo mejor así puedo sentirme congruente, mi idealismo incontaminado, no sé, no sabía – sabía que había que cambiar. Pero antes, un viaje.

Al volver de Chile, el viaje en el que me encontré con la noticia de que mi cuerpo no aguanta la altura, fui recibida por una nueva escala de ansiedad, producto de aterrizar fuera de la esfera del trabajo formal, lejos y lejana de la estructura de un horario fijo.

Ser mi propia fuente de coerción era un Hotel California.

Además, era fin de año y diciembre no es el mejor mes para cosechar una cartera de clientes, menos con un discurso a medias de Pues, yo escribo, y hago planning, cheers. Era temporada para pláticas casuales, que me ayudaron a formular mi figura de consultoría. Con enero vino mi primer trabajito.

Eventualmente, me organicé. El precipicio no es tan oblicuo. Aprendí cositas nueva, gané la batalla contra el autosabotaje, hice un par de sacrificios que dieron fruto y por allí perdí a (otro) novio por lo mismo de que hay cosas que quiero, y algunas que no… Como cuando dejé ir proyectos que no funcionaban conmigo, pero a lo mejor y sin mí sí. Me induje unas cuantas migrañas por irresponsable, regresé a vicios viejos con amores nuevos, me cagué de la risa y también lloré y, es más, hubo un tiempo que conseguí un trabajo fijo a distancia, el sueño hecho realidad. Qué tranquilidad la que me traía despertarme afuera de una oficina y trabajar en algo que me gusta (todo lo que tenga que ver con palabras, eso me gusta), y poder sanar un dolor de cabeza con escritura, a media jornada laboral, si la ocasión lo ameritaba. Mi estudio, mi lugar favorito, que ahora visito muy poco, ya que me comprometí con otro espacio laboral. Y cuando acepté cortar mi relación casi hedonista con la autogestión y la libertad, decidí aprovechar el tiempo. “Conserva tu libertad, y úsala”; si no, ¿de qué sirve?

Lunes
A las 8:00 AM no todo está abierto. Caminé por las calles de Antigua Guatemala – de la 6ta avenida a la 6ta calle, y de la sexta calle a la 2da y 4ta avenida, y cosas así. Cargaba una mochila pesada, los mocasines rozaban las calles de piedra, y estaba consistiendo una gripe in the making provocada por bailar bajo la lluvia por los 9km que caminamos en el desfile del Orgullo de Guatemala, mi primera vez. Todavía tenía escarcha rosada que destiñó mi ropa, pero el buen cansancio es casi rico – la marcha el sábado en Ciudad de Guatemala, Antigua Guatemala el domingo… Se siente bien pasarla bien y extender la diversión del sábado a conversaciones erráticas con desconocidxs un domingo en un lugar horrendo, a altas horas de la noche, *tos*; con flashbacks de la disco inferno, cuya playlist estaba hecha a mi medida (de alma vieja), what’s next? Volví a El Salvador a las 8:53 PM molida y amanecí con gripe el día siguiente, pero no me detiene.

Martes
Le dediqué momentos a una cuarentena. Desarrollé una adicción al budín. Abrí, al fin, una cuenta en Netflix. Tomé fotos irrelevantes. Trabajé y no trabajé, pero siempre en mi estudio. Maduré mi idea acerca del tratamiento para curar una gripe: ignorarla.

Miércoles
El miércoles [de mi última semana de libertad] tuve un almuerzo de 4 horas. Ya, a partir del 2 de julio, no voy a poder hacer esto. Hacía ratos, ya, que no hacíamos esto. Le dimos vuelta a todos los temas que se habían apilado como ropa sucia que uno aplaza, deja para después. Mi querido amigo, we are two of a kind. Nos llevaron yuca sancochadas y no, esa no fue la última vez que nos vimos. Estaba oscureciendo cuando llevé mi gripe a otro lado: cerveza inesperada con Rubén, Javier… ¿qué son los cánones, anyway? Cena con Mario, trueque de poemas y donación de anécdotas. ¿Qué tal si vamos a Santa Ana mañana por la tarde?

Jueves
El rendez-vous era a la 1:30 y Mario, el copiloto. Decime por donde. Vos seguí.

Al salir del Museo de Anatomía, llevándonos la impresión vigente del homenaje y lanzamiento al que habíamos ido, la luz divina de Santa Ana nos llevó a Ban Ban y cogimos otra ruta. Seguimos viendo los rastros de una comunidad muy linda, en cafés por la UNASA y en las pláticas que nos siguieron por toda la carretera.

Esta es mi parte favorita de la carretera. Toma una foto, porfa.

Viernes y sábado
Mi fin de semana estaba apartado. Después de un almuerzo semi vite-fait con mi querida alera vegetariana, me fui a San Ignacio. Pantalón brillante y suéter transparente, ese fue el look #1 de mi retiro temporal de escritora. Fueron dos noches de sándwich de pollo en mi habitación, servido con self-doubt y presión, quiero escribir y terminar esa novela ya. Hubo mucho fútbol para mi gusto, perpetuamente cautivando a los demás huéspedes en cada uno de mis desayunos. Hubo un berrinche, porque me habían prometido agua caliente. Hubo budín, porque ahora esa es mi droga… Y en un momento que quise mandar todo al carajo, me entregué a dos horas y media del romance noventero The American President (1995), con Annette Benning y Michael Douglas, dos nombres que rara vez pronuncio. En pijama y a solas, tenía ratos de nos disfrutar una película así. No me fue mal, y me fui manejando con la emoción de haber escrito algo, y adelantado algo. Quiero más findes así.


Domingo
El tiempo abunda cuando los domingos son bien hechos. Te alcanza para llevar a tu sobrina al volcán, a que ella dibuje mientras vos escribís. Y esas salidas incluyen una parte genial: quitarle a la sobrina la comida del menú de niños.

Ahora mis aventuras suceden después de las 5 PM, o antes de las 8… pero hay espacio para se décontracter de temps en temps, pero el precio es sufrir de cansancio. Del bueno, pero constante.


jueves
homenaje, memoria, libros

todos los días

Paty Trigueros

105 lbs, Sagitario, 1m56. Paty Stuff son las cosas que llenan mi agenda, las reseñas y anécdotas que lo recuentan. Hablo español, inglés, francés y spanglish. Me exilié en Francia por cuatro años y al regresar caí en copy publicitario, entre otras cosas. Redacto, escribo, traduzco, me río, tomo mucho café, soy una fumadora de medio tiempo y como como señorita pero tomo caballero.

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